En la sociedad actual, el impacto de la ciencia y la tecnología exige que los sujetos accedan a una cultura científica y tecnológica para poder
comprender, integrarse y actuar en un mundo cada vez más complejo. El colectivo docente resuelve que la enseñanza de las ciencias debe contribuir a lograr una alfabetización tecnocientífica dentro de una amplia educación para la ciudadanía, o sea, formar buenos ciudadanos conscientes de los problemas sociales basados en la ciencia. Se considera impostergable la inclusión de la dimensión social de la ciencia y la tecnología en el currículo a elaborar. Esto exige priorizar contenidos programáticos que permitan pensar e intentar resolver algunos problemas de la vida cotidiana, vinculados con el ambiente, la salud... En esta experiencia se realizó a través del abordaje de los techos verdes.
El presente artículo aborda la enseñanza del conocimiento social desde la perspectiva de los sujetos, y desde ese lugar realiza la gestión de las fuentes de información y la selección de estrategias adecuadas a los propósitos de enseñanza (estudio de casos), promoviendo la reflexión sobre el carácter complejo de la realidad social, al enfrentar a los alumnos de modo rápido a una diversidad de miradas, versiones o puntos de vista sobre un mismo fenómeno. Esto es, promover la reflexión sobre la multiperspectividad desde la que se construyen las interpretaciones de los fenómenos sociales, así como confrontar perspectivas de análisis para “desnaturalizar” la mirada que los alumnos tienen de la sociedad (Camilloni, 1998).
Aproximadamente uno de cada tres uruguayos es analfabeto en materia de conocimiento institucional. Aunque no se reconozca públicamente, ese problema existe y representará un desafío para la democracia si no se le presta atención. En los años 2007 y 2013, el Instituto de Ciencia Política realizó dos encuestas para evaluar la imagen pública del Parlamento.
Uno de los bloques de la investigación estaba centrado en el nivel de conocimiento que la ciudadanía tiene de las funciones del Poder Legislativo. La pregunta “¿podría usted decir cuál es la principal función del Parlamento?” fue respondida por dos tercios de los encuestados (un tercio dijo que la función era legislar y otro tercio mencionó otras funciones como representar, controlar al Ejecutivo, debatir, etc.).
El grupo que no logró responder la pregunta está compuesto por personas con bajos niveles educativos. Entre los encuestados que no completaron la enseñanza primaria, la proporción de personas que no supo responder se ubicó en el 70%, y entre los que no terminaron el ciclo básico de enseñanza secundaria alcanzó el 55%. Además, ese grupo de personas presentó niveles de desinformación importantes cuando se les consultó sobre asuntos públicos de notoriedad o sobre el conocimiento de autoridades institucionales (un 80% no logró mencionar una ley aprobada en el año anterior; más del 60% de ese grupo no conocía el nombre del Vicepresidente de la República y tampoco lograba ubicarse con claridad en el eje izquierda-derecha). ¿Por qué sucede esto? Una observación muy simple nos conduce a la educación cívica que reciben las personas y a dos factores que influyen en ese proceso: los partidos políticos y la educación formal. Históricamente, la formación cívica estaba vinculada a los partidos, pero en las últimas décadas estos han perdido capacidad de convocatoria en virtud del fuerte impacto de factores estructurales como los cambios en la sociedad o la revolución tecnológica. Por otra parte, la enseñanza formal parece no haber asumido con decidido impulso la responsabilidad de educar cívicamente a los ciudadanos. Obsérvese que la asignatura encargada de divulgar contenidos relativos al funcionamiento de la democracia y las instituciones es “Educación Social y Cívica”, ubicada en el tercer año de la enseñanza secundaria. Como muchos estudios lo demuestran, los niveles más altos de deserción del sistema educativo se producen precisamente entre el primer y segundo año de la enseñanza media.
El autor propone una serie de ensayos que se puedan desarrollar en el aula, se apoyen en la introducción de nociones teóricas referidas a cuatro asuntos significativos de la formación cívica: la democracia, la ciudadanía, las elecciones y las instituciones de gobierno. El objetivo debe ser simple, brindar al educando nociones básicas acerca de los andamiajes colectivos que hacen al funcionamiento democrático.
En este artículo se intentan presentar algunas líneas acerca del lugar que se le está dando a la educación, su relación con la sociedad, el formato escolar sobre el que se desarrolla el trabajo docente y la disposición que adquiere o puede adquirir la relación entre el docente y los estudiantes. Estos aspectos se entienden relevantes porque, en primer lugar, no aparecen en el debate público y la educación se presenta aislada de otras esferas de la realidad; y en segundo lugar, por la insistencia en dicho debate de desnaturalizar los problemas, colocando a la educación como responsable en sí misma de los males de la sociedad. Es necesario analizar la cuestión docente y replantearse qué ocurre en las aulas y los centros educativos. Sabiendo que hay condiciones estructurales que las políticas educativas refuerzan y que actúan como limitantes del accionar de los educadores y estudiantes, reflexionar sobre el formato en relación con una idea de sujeto y la manera de enfrentar los acontecimientos cotidianos en espacios educativos, puede transformarse en posibilitador de aprendizajes de nuestros niños y niñas.
El lenguaje, desde el punto de vista mediacional, es el instrumento psicológico de transmisión y construcción de conocimiento más potente que una sociedad puede transmitir a sus miembros, pues posee propiedades recursivas que posibilitan la implementación de operaciones metaconscientes, es decir, que permiten desarrollar el pensamiento reflexivo y crítico.
Es a la vez objeto y medio de enseñanza en el aula. «[...] el aula –con todo lo que en ella sucede- es el epicentro de la didáctica, el marco fundamental de la enseñanza/aprendizaje de la lengua.» (Álvarez Angulo, 1998:187)
M. C. Martínez (1997:12) sostiene que la educación actual debe enfrentar tres importantes problemas: por un lado, una acelerada renovación y diversificación de saberes; por otro, la revalorización de otras formas de aprender y de otros contextos de aprendizaje: la práctica y la experiencia, los medios audiovisuales e informáticos; finalmente, la sociedad comienza a Enseñar a leer, leer para enseñar exigir un perfil diferente de los egresados: un comportamiento multipolar e intelectual diverso, una competencia analítica con capacidad de previsión, de discernimiento y de selección en la toma y ejecución de decisiones. Para poder
afrontar estos problemas es necesario que los docentes tomemos conciencia del papel del lenguaje en los procesos de desarrollo cognitivo y en el desarrollo de una competencia discursiva, que posibilite una postura crítica de los alumnos frente a su aprendizaje como medio de ampliar las posibilidades de comunicación y acceso al conocimiento.
El aprendizaje de la lectura es trascendental para la escolarización y para el crecimiento intelectual de la persona, puesto que «quien aprende a leer eficientemente y lo hace con constancia desarrolla su pensamiento » (Cassany y otras, 2001:194-195).
El papel de la teoría como sustento del quehacer educativo: aportes de categorías y autores desde la Pedagogía, la Psicología y la Sociología, que contribuyen a una mejor comprensión de temáticas por parte de los docentes.
Si bien no se desconoce la existencia de diversos enfoques sobre el tema “Valores”, en este artículo se pretendió solo presentar una posible lectura desde lo pedagógico, lo psicológico y lo sociológico. El concepto ha tenido o despertado siempre connotaciones éticas, morales y sociales, ha involucrado tanto a sujetos individuales como a sujetos colectivos.
Si el sujeto es un ser social, los valores no pueden tener otra naturaleza que no sea la social, y este a la vez se convierte en el espacio o lugar en el que se legitiman.
En el proceso de socialización, el sujeto internaliza valores y normas que la sociedad le impone, los integra a su subjetividad. Si bien esto ocurre a lo largo de toda la vida, se desarrolla con intensidad en un marco pedagógico en el que al individuo se le imprimen normas y valores junto al conocimiento. La Psicología ha atendido, explicado e interpretado la ocurrencia de este proceso. Ambas disciplinas custodian la conformación de aprendizaje y subjetividad, lo que a la vez se desarrolla en un entorno social, marco mayor, analizado por la Sociología.
Los tres campos del conocimiento coinciden en la importancia de los valores para la constitución de los sujetos; en ellos se sintetiza la conformación de la conciencia individual y colectiva, y se visualiza además la multidimensionalidad del concepto.
¿Cuál sería el sentido de la educación en derechos humanos? Según Magendzo, la educación en derechos humanos también debe propender a construir sujetos de derecho con la capacidad y el poder de actuar y exigir el cumplimiento de sus derechos de manera argumentada e informada. La doble misión de esta educación sería formar personas capaces de defender sus derechos y los de otros seres y que tiendan a transformar las realidades injustas. La pedagogía que justifica dicho accionar es la pedagogía crítica que hace énfasis en la toma de conciencia en la comprensión precisa y profunda de su situación histórica para transformarla. Para ello es necesario educar para el empoderamiento del individuo como un ser activo, cooperativo y social. Ahora bien, ¿qué metodología se corresponde con esta educación? ¿Qué sociedad queremos con esta educación? Estas preguntas y sus respuestas, son abordadas por la autora en el artículo.
El proyecto se lleva a cabo en una institución educativa, que contaba con ejes transversales: "educar para la vida ciudadana y para formar ciudadanos responsables y comprometidos con el contexto en que nos encontramos insertos".
Se planifica para colaborar con la construcción de vínculos inter-generacionales, sabiendo del enorme potencial creativo y del compromiso profesional que tienen los maestros y las maestras con la comunidad educativa en la que les toca desempeñar sus funciones. Además, se visualiza el potencial de las generaciones adultas para enfrentar los nuevos desafíos que la sociedad actual les va presentando, si se les brinda el espacio y la oportunidad de desarrollarlo.
Aprender a vivir juntos es uno de los pilares de la ciudadanía democrática, y forma parte de la ética profesional desarrollar proyectos educativos para poderlo practicar, aspecto que se propuso el colectivo docente.
Las prácticas sinceramente formativas, creativas, y los trayectos de investigación junto a ellas, siempre pueden ser eco o resonancia de una sincronicidad sorpresiva. La formación artística consigue invocar experiencias asombrosas cuando existe una real inmersión en la energía psíquica colectiva o sabiduría ancestral. Gracias
a ello se desarrollan al margen de proyectos, de toda actividad condicionada en un fin, por ende, vinculadas a un maná colectivo efervescente que se revela como experiencia interior indómita.
La formación errática está ligada en todo momento a intensas correspondencias no causales de lo diverso, generando comunicaciones que envuelven a las personas, la sociedad, la naturaleza y el conocimiento, en una atractiva masa confusa o realidad sistémica. Las acciones formativas como experiencias incluyentes, son un escenario dinámico que revela la riqueza de un éxodo de aprendizajes compartidos, donde la temperatura de estar juntos manifiesta la emergencia de un saber sensible que se revela como autoridad profunda, como fuerza surgida de la unión de los hermanos.
En la actualidad, se presenta como una necesidad el dar un vuelco a la enseñanza de los contenidos geográficos, pasando de una enseñanza descriptiva, enumerativa, enciclopédica y descontextualizada con las problemáticas reales de la comunidad, donde prima la promoción de lo memorístico y repetitivo, a una enseñanza que deje al desnudo cuestiones como la dependencia y la sumisión, las graves problemáticas socioterritoriales, las rápidas transformaciones territoriales, y promueva la reflexión y un verdadero compromiso hacia lo social.
Se pretende una enseñanza crítica o democrática que permita una visión global de la realidad social, introducir la perspectiva histórica en el análisis de las dinámicas territoriales, adoptar una actitud crítica hacia la injusticia y la desigualdad en las sociedades actuales, incluir a todos aquellos grupos tradicionalmente omitidos en los análisis científicos (minorías étnicas, mujeres, homosexuales, etc.), educar en el respeto por las diferencias y estimular el conocimiento de la propia identidad.
En pocas palabras, se habla de una educación para la libertad, para el (auto y co) conocimiento, para la reflexión, para la acción, para la vida.