Nadie pone en duda que es necesario evaluar en matemáticas, lengua o ciencias sociales. Pero... ¿pasa lo mismo con las clases de teatro? ¿Qué
habría que evaluar? Y si el docente no sabe de teatro, ¿puede evaluar? ¿Se evalúa la expresión? ¿En qué momento de la clase de teatro debo evaluar? ¿Por qué? ¿Para qué? El presente artículo tiene como propósito invitar a los docentes que abordan el teatro en el aula a revisar y reflexionar sobre sus prácticas, poniendo el foco en la evaluación.
El haber recibido formación tanto en la docencia como en artes escénicas me ha llevado a abordar el teatro como disciplina curricular con grupos de niños de diversas instituciones. En función de esa experiencia me propongo compartir la metodología de taller teatral, analizando los distintos momentos de la clase y observando el abordaje de la evaluación.
Es importante tener en cuenta que cuando concibo una clase de teatro no necesariamente me refiero a una obra para interpretar, ni siquiera a un cuento para dramatizar; ni a la expresión catártica sin parámetros ni rumbo pedagógico. Será una propuesta planificada, que pase por diversos momentos
estratégicamente ordenados. El resultado escénico podrá ser una creación colectiva, el ensayo de una obra, el producto de una creación solo para ese día, una improvisación; podrá tener parlamento o no.
Pensar en la evaluación como una actividad que impulsa el aprendizaje y favorece que este sea de mayor calidad, convengamos, no es un pensamiento demasiado común ni demasiado socializado en el ámbito de la enseñanza de las Ciencias Sociales. Fundamentalmente porque aún no está del todo arraigada la idea de la evaluación como «motor del aprendizaje» (Sanmartí, 2015:16), y sí sigue muy instalada la idea de que evaluar es, solamente, poner una nota a un estudiante, o hacer un juicio de valor con relación a sus desempeños.
En el imaginario colectivo, la evaluación es percibida como una herramienta que los docentes utilizan para marcar errores y aciertos de sus alumnos.
Noción en la cual, a su vez, subyace la idea de que siempre es el docente quien ha de detectar esos éxitos y errores en los sujetos que aprenden y, además, quien propone lo que se deberá hacer para mejorar. Esto, por supuesto, nos distancia de la idea de pensar y proponer actividades de evaluación integradas totalmente en el proceso de aprendizaje de los estudiantes. Muchas veces, ese mismo imaginario colectivo refiere a los malos
resultados de los alumnos en la adquisición de sus aprendizajes, conectándolos a causas externas al proceso de enseñanza aplicado. De este modo se evade la responsabilidad de una reflexión urgente y necesaria sobre esas prácticas de aula, y sobre la necesidad de repensarlas en relación con la complejidad y variedad de los aprendizajes de los estudiantes. Se agrega que a esa marcada heterogeneidad entre los que aprenden, debería corresponderse una marcada homogeneidad de los que enseñan. Es decir, la búsqueda de criterios comunes de los enseñantes, y de todos aquellos que se dispongan a considerar la evaluación como una condición necesaria para mejorar la enseñanza.
Es muy común que al momento de evaluar a los alumnos se piense en una “prueba” idéntica para todos, y se olvide que los grupos de alumnos en un grado están formados por niños con distintos intereses, capacidades, historias personales, saberes previos, aptitudes y estilos de aprendizaje; diferencias estas que deben ser consideradas a la hora de evaluar. No se enseña a grupos homogéneos ni para la homogeneidad. Los grupos de clase siempre son heterogéneos, y es imprescindible contemplar y respetar esa diversidad. La autora Jussara Hoffmann (2010) sostiene que «una evaluación justa respeta la diversidad» (apud Silber, 2015). Sabemos de los esfuerzos de los docentes por propiciar una evaluación que tome en cuenta esas diferencias en los aprendizajes de los estudiantes. Que el discurso colectivo de los docentes pregona y acuerda con llevar a la práctica una evaluación formativa y formadora. Que con mucho ahínco se sostiene una “frase hecha”, repetida casi por inercia: la evaluación debe ser formativa (es decir, acompañar los procesos de formación de los alumnos para tomar decisiones de ajuste y mejora en la propuesta pedagógica). Pero lo cierto es que muy poco se sabe de cómo planificar la evaluación formativa, si se pretende que esté orientada a identificar los cambios que hay que introducir en el proceso de enseñanza para ayudar a los alumnos en su propio proceso de construcción de lo que aprenden.
Esto es lo que Sanmartí (2015:20) identifica como la finalidad de carácter pedagógico o regulador de la evaluación. Así es que ciertas concepciones de lo que la evaluación comprende como componente determinante en los procesos de enseñanza y de aprendizaje, traen aparejados algunos implícitos que deberían ser analizados con mucho rigor como, por ejemplo, el acuerdo preexistente de concebir que la evaluación cumple un papel destacado en la escena educativa y el desacuerdo sobre las formas en que debe ser pensada dentro de los procesos educativos (considerando que
es el componente de los sistemas educativos menos permeable a los cambios).
Creemos que el desafío está, pues, en superar la utilización de la evaluación como instrumento para medir, comparar, clasificar y jerarquizar, y utilizarlo prioritariamente para comprender, mejorar, dialogar, motivar y potenciar la calidad del aprendizaje. Transitar por este cambio en la concepción de lo que representa la evaluación en los sistemas de enseñanza debería, al decir de Santos Guerra (2017:9), poner a la escuela de hoy
en el lugar de una institución contrahegemónica. Que rompa con la hegemonía de pensamiento que priorizan los discursos actuales de las políticas educativas, las familias y la sociedad, y que adosan a la evaluación presupuestos tales como «el individualismo, la competitividad, la obsesión por la eficacia, el relativismo, hipertrofia de la imagen...».
La evaluación constituye hoy uno de los temas más profundos de debate en el ámbito educativo y es, de alguna manera, un tema de discusión pública.
Diferentes actores presentan sus visiones y opiniones sobre el tema en cuestión, y existe un amplio marco teórico desde el cual fundamentar las consideraciones.
Este artículo pretende, humildemente, presentar aportes teóricos que fomenten la reflexión y el interés sobre el tema.
En el Prólogo de su libro, Rosales (2000:11) señala que, del punto de vista docente, «evaluar es reflexionar sobre los procesos de aprendizaje de sus
alumnos, sobre su propia actuación como docente, sobre las circunstancias institucionales y sociales que influyen en ellos...». Esta concepción de evaluación contribuye al resurgimiento de la idea de evaluación formativa, desarrollada originalmente por Scriven (1967) (apud Perrenoud, 2008:14).
Evaluar es entonces una manera de regular la acción pedagógica, la posibilidad de tomar conciencia de lo que nos falta ajustar para favorecer
los aprendizajes, rescatando la importancia de individualizar los contenidos con la finalidad de que cada alumno sea partícipe de su aprendizaje. En
este sentido, la función de la evaluación no será meramente informar a padres o a la administración escolar sobre las adquisiciones de los alumnos,
sino que implicaría una tarea suplementaria que obliga a los docentes a administrar un doble sistema de evaluación.
Apostar a una evaluación para el aprendizaje significa enfocarse en los siguientes factores como bases primordiales en los procesos de enseñanza y de aprendizaje:
► La participación activa de los alumnos en su aprendizaje.
► La retroinformación eficaz facilitada a los alumnos.
► La adaptación de la enseñanza para tener en cuenta los resultados de la evaluación.
► La necesidad de que los alumnos sean capaces de evaluarse a sí mismos.
► El reconocimiento de la profunda influencia que la evaluación tiene sobre la motivación y la autoestima de los alumnos, influencias cruciales ambas sobre el aprendizaje.
La temática que se aborda supone un trayecto por disciplinas propias de las Ciencias de la Educación. Este campo de conocimiento permite encontrar el corpus teórico para conocer ese “ser docente” que no se restringe al acto de transmisión cultural. Es así que nos preguntamos: ¿Qué es “ser vocacional” y cuál es su vinculación con la identidad docente como profesión? ¿Qué relación existe entre identidad y profesionalización? ¿Cuáles son los desafíos que se evidencian en el ejercicio del oficio docente en tiempos complejos?
La elección de la profesión docente enfrenta dificultades. Muchas investigaciones (Robalino y Körner, 2005; García Garduño, 2010; Peri, 2012) evidencian algunos de los motivos por los cuales se desalientan los jóvenes: falta de reconocimiento social, prescripción controlada de la tarea, remuneración escasa, problemas sociales derivados de violencia en sus distintas manifestaciones, protestas de padres y alumnos. Son situaciones que revelan caras y contracaras de una sociedad que expande la realidad de su contexto y se permea en las escuelas (Davini y Alliaud, 1995; Fullan y Hargreaves, 1999; Tenti Fanfani, 2006; Gentili, 2013).
El programa vigente, presenta un concepto de género. La presencia de esta categoría –que irrumpe a finales del siglo XX como una más para el análisis, sobre todo desde el campo de las Ciencias Sociales– es novedosa respecto a los programas anteriores. Es un pasaje que se inscribe dentro de lo “políticamente correcto” o “lo justo” a la hora de introducir variables y pensar/nos como sujetos en pleno siglo XXI. En ese sentido, desde sus distintas fundamentaciones, nuestro programa habilita el pensamiento conceptual como sustento de muchos de sus ejes y contenidos. No es este un intento
de análisis sobre cómo debe abordarse este tema en las aulas. Es la intención de poner arriba de la mesa un tema que creemos es previo, la feminización del magisterio y sus motivos. Y el programa se presenta como la excusa perfecta.
La idea del presente ensayo es nombrar/nos a quienes dedicamos un mínimo de veinte horas semanales al aula, a la tiza y al pizarrón. Con unos perfiles y unos estereotipos que pueden dibujarse en el imaginario colectivo, con unas historias y unas elecciones que hicieron que miles de mujeres confluyéramos en el trabajo diario en las escuelas. Y si bien el personal auxiliar también está ampliamente feminizado, nos detendremos en las
maestras e intentaremos desarrollar algunas ideas de lo que implica (siglos XIX y XX como antecedentes que imprimen una fuerte impronta) el poblamiento de mano de obra femenina en una de las instituciones más universales y disciplinarias del proyecto moderno.
Claramente, no es azaroso el encuentro de miles en la elección de una profesión que parecería estar fuertemente marcada por nuestro género. Y ese es nuestro punto de partida.
Asumimos que hay riesgos y potencialidades en juego a la hora de elegir desarrollar este tema, y cabe aclarar que no pretende en absoluto ser un manifiesto de corte corporativo. Está escrito desde el compromiso de hacer visibles rasgos de identidad despojados de conservadurismo, y creemos tiene la riqueza de pensar sobre un hecho dado, pero de análisis ausente en nuestras trayectorias docentes.
Nos disponemos entonces a pensar con perspectiva de género desde nuestra profesión y sus aristas: su historia, sus modelos, la mujer como protagonista principal de la labor docente con la infancia en los últimos dos siglos y el devenir de esa historia ya entrado el siglo XXI.
Con frecuencia oímos cuestionar la educación que hoy se ofrece en las instituciones educativas. ¿Nos preguntamos qué escuela queremos? Tenemos ideas respecto a la escuela que deseamos, pero es diferente la manera en que cada uno se la representa, la desea, se la imagina. Al momento de tener que describir ese ideal se agolpan representaciones que es preciso organizar y priorizar. Distintas realidades llevan a pensar que no podríamos hablar en singular.
No obstante ello, es posible identificar algunos rasgos comunes que deseamos encontrar en esa institución a la que llamamos escuela. Este trabajo recoge reflexiones que surgen de mi larga trayectoria docente, trabajando con colegas de diferentes áreas en instituciones educativas de todas
las jurisdicciones departamentales del país. Estas reflexiones se vieron enriquecidas por numerosas instancias de formación profesional y un constante
cuestionamiento. De allí conozco y comparto las posibilidades que tienen los niños de aprender más allá del contexto geográfico en que se ubique la escuela o de los hogares de donde ellos provengan.
Se puede, y lo demuestran docentes comprometidos (maestros, profesores, directores, otros supervisores) que reflexionan sobre sus prácticas, se ocupan (y no solo se preocupan) en su formación continua y encuentran espacios para debatir en la búsqueda de utopías que logran, muchas veces, convertir en escenarios posibles. Generalmente, estas situaciones se dan a partir de iniciativas que alcanzan continuidad, ya que ello es importante al momento de promover cambios. Se desarrollan en instituciones que tienen un modo de ser que no está determinado por el contexto sociocultural donde se encuentran, sino por la forma en que son pensadas y decididas por quienes las habitan, un modo de ser que les da una identidad caracterizada por un compromiso con la educación y con cada alumno. Al recorrer escuelas identificaba con claridad esas culturas institucionales diferentes.
Distinguía aquellas que eran producto de reflexiones y debates. Muchas veces se destacaba en ellas el liderazgo pedagógico del director, sustentado en su compromiso profesional y en el tejido que lograba construir trabajando con los docentes en equipo e integrando a los diferentes actores sociales. Estas instituciones trabajan para que cada niño sienta que tiene un lugar donde aprende y es valorado. Generan condiciones que propician la construcción del sentido de pertenencia y el compromiso de toda la comunidad educativa, y logran que cada profesional sienta que no está solo con sus decisiones. En este documento llamaré a esas instituciones “escuelas que se piensan”.
“Pensar la escuela” significa detener la marcha automática de prácticas naturalizadas, muchas de ellas interiorizadas desde las propias biografías personales, para plantearse la cuestión del sentido y la necesidad de una formación profesional continua.
Porque el acto de educar exige pensar la escuela como un espacio que incluye y que no condena a los niños por su origen, un espacio construido desde las posibilidades y no de las carencias, un espacio que se resiste a la reproducción de la desigualdad.
La educación es un acto político porque toma decisiones respecto no solo a cómo se distribuye el conocimiento, sino al reconocimiento de cada sujeto. Como afirma Frigerio (2007), la escuela hace política desde el momento en que toma la decisión acerca de qué distribuye, a quiénes y cómo.
Pensar la escuela exige interrogar las formas instituidas y explorar propuestas instituyentes identificando tensiones, límites y potencialidades. El hacer cotidiano de la escuela surge de esa interacción entre la regularidad naturalizada de lo instituido, las innovaciones producto de lo instituyente y una realidad conformada por sujetos que son productos de sus biografías personales con toda la complejidad que cada momento histórico y cada realidad social configuran.
DIA DE LAS/LOS TRABAJADORAS/ES
Vivan las y los trabajadores! Las y los abrazo queridas compañeras y queridos compañeros.
Luego de dos largos años sin poder abrazarnos y encontrarnos como nos hubiera gustado, hoy estamos aquí celebrando un nuevo día de las y los trabajadores. Acá estamos reivindicando una vez más, el rol de las y los trabajadores en la construcción de una democracia más justa, solidaria, donde nadie quede por el camino.
Permítanme, hacer un alto y evocar con un aplauso en memoria de los más de 7200 uruguayos y uruguayas, de tantas y tantas familias que perdieron un ser querido, porque esos números que veíamos en las estadística, eran abuelos, hermanos, tíos, sobrinos, hijas o hijas. Permítanme aplaudir a las y los enfermeros, nurses, auxiliares de limpieza, médicos, doctoras, personal de CTI, trabajadores de la salud pública y privada que estuvieron en la primera línea de lucha.. A ellos, a ellas, nuestro eterno reconocimiento.
En todas partes del mundo se recuerda, se evoca y se lucha. Valoremos, valoremos, lo que conquistaron nuestras bisabuelas y nuestros abuelos, nuestros padres, nuestros tíos y nosotras y nosotros mismos. Los consejos de salarios, el aguinaldo, el salario vacacional, las 8 horas para el peón rural, la representación de trabajadores en el BPS y en la vieja Junta de Empleo, germen del Inefop, en la enseñanza pública…. Y no nos olvidamos, porque somos independientes pero no indiferentes ni tontos, en qué período histórico se dio cada conquista. No pegamos al grito, razonamos, argumentamos. Y somos leales. Damos la cara. Lo sabe este gobierno, los anteriores y los anteriores. El movimiento sindical da la cara!!!!
Durante estos dos años, con una de las peores crisis sanitarias de los últimos cien años, el movimiento sindical estuvo a la altura de las circunstancias históricas, en su apoyo a quienes más lo necesitaban. Estuvimos y estamos, organizando y contribuyendo con ollas populares, con organizaciones sociales, en cada lugar que se necesite. Y somos las mismas y los mismos que sin olvidar la lucha y la defensa de los derechos de toda la clase obrera, nos remangamos para lograr ser de los primeros países de Latinoamérica en abrir nuestras escuelas en forma segura. Para que las niñas y niños, que son el centro del proceso educativo, pudieran retornar a clase en forma segura, sabiendo que en momentos de crisis social y económica las escuelas son faro de resguardo, de protección y de cuidado.
La pandemia dejó al descubierto las profundas desigualdades de un sistema que permitió que algunos se siguieran enriqueciendo y que muchas y muchos cayeran en la pobreza y en la pobreza extrema, golpeando sobre todo a los hogares más vulnerables, que de un día para el otro quedaron sin la posibilidad del trabajo. Señoras y señores representantes del gobierno, ustedes ya nos han escuchado. No son opiniones o frases “cargadas de ideología” como algunos escribas repiten. Lo demuestran los números. Como dice la canción: “Unos muchos y otros nada y eso no es casualidad”, como dice “La Rastrojera” de Marcos Velazquez.
Quisiera saludar también a las miles de compañeras que en su lucha feminista posicionan, reclaman y exigen más lugares de participación genuina para las mujeres en espacios de decisión. Un especial reconocimiento a esas mujeres trabajadoras que día a día construyen sueños y transforman el país con su inteligencia y fuerza. Un abrazo a las empleadas domésticas, a las trabajadoras rurales, del arte, de la ciencia y tecnología, a la maestras, profesoras, policías, personal de la salud, del comercio, a las trabajadores sexuales, a las del deporte, de la metalurgia, de la construcción y a cada mujer trabajadora, que día a día levanta la bandera de los derechos y la igualdad.
¿Dónde estamos ? es la pregunta que nos vinimos a hacer hoy
Compañeras y compañeros hoy la gran pregunta que nos vinimos hacer para reflexionar en conjunto es ¿Dónde estamos ? y sobre todo hacia dónde
queremos ir como sociedad. En los primeros tres meses de este año, se consolidó y reforzó la pérdida de salario real y de poder de compra de
trabajadores y trabajadoras. En este primer trimestre el IPC aumentó un 4,4% y los alimentos un 7,1% cifras extremadamente altas considerando los ajustes recibidos por trabajadores públicos y privados. Hablando en criollo, como aprendí en Soriano; cada vez que vamos al almacén o al super nos venimos con menos. ¿ Es así o no es así?
A esta pérdida de salario real tenemos que sumarle el aumento sostenido de la inflación y las medidas tardía e insuficientes del gobierno para evitar que quienes movemos la rueda de la producción, del crecimiento y del desarrollo sigamos perdiendo. Y como movemos la rueda no le ponemos palos, Sino no anda. Un dato más, tanto en 2020 como en 2021 el salario real promedio cayó y está a más de 4 puntos por debajo del nivel que tenía en 2019, antes de que asumiera el nuevo gobierno.
Esto no es un mero capricho por querer acumular, es una cuestión de justicia, y en cientos de miles de hogares, se trata de poder sobrevivir. Hoy reclamamos por quienes con su trabajo diario no pueden llegar a fin de mes, y sobre todo estamos aquí para pedir que se creen más puestos de trabajo porque estamos convencidas y convencidos que la creación de empleo es un derecho humano fundamental y una necesidad irrenunciable si pretendemos avanzar por el camino de la equidad, la dignidad, la justicia y donde todas y todos tengamos verdaderas oportunidades.
La única certeza de estos tiempos es que: Aumentó todo y hay uruguayas y uruguayos pasando mal. Y no vengan a decirnos ¿donde están? Solo levanten la vista, piensen en los jubilados, en aquellos que después de haber trabajado toda una vida, hoy tienen que hacer magia para subsistir.
Por esta razón quiero, una vez más, resaltar que las medidas anunciadas por el gobierno son insuficientes y llegan tarde. Con panza a medias o vacía, sabemos que cuesta aprender.
Y la verdad, no nos queremos acostumbrar a que nuestra gente pase por esto, de ninguna manera. Estas medidas tampoco abarcan a todos los hogares y ni siquiera a todos los ocupados. Los trabajadores informales, los trabajadores por cuenta propia, monotributistas y demás uruguayos que viven de su trabajo, claramente quedan por fuera. Reivindicamos al profesional universitario como trabajador.
Actualmente una gran parte de ellos sufre por un sistema jubilatorio desajustado a la realidad actual del profesional y en muchos casos vulnerando su derecho al trabajo, por no poder llegar a un ficto, entre otras cosas; dejando a su vez, algunos sectores de profesionales indefensos ante la imposibilidad de ejercer y desempleado. Esto también afecta a la ciudadanía en general ya que propende a disminuir la diversidad en la elección de servicios.
Esta es una realidad que debe ser encarada por todo el sistema político sin más dilaciones.
Más que nunca necesitamos políticas que aseguren que nadie quede relegado
Quiero reivindicar también, el compromiso de esta central única de trabajadoras y trabajadores, con el diálogo y la mano tendida al gobierno para
construir los mejores acuerdos. Por eso entendemos que el lugar para debatir estos elementos, es el ámbito de la negociación colectiva. Esto significa
construir democráticamente, no se pueden transformar los ámbitos de negociación colectiva en un lugar donde se informa lo ya decidido.
Luego de consolidada la LUC, porque así lo quisieron la mayoría de los uruguayas y uruguayos, parece que el gobierno ha decidido transitar por la
construcción de una transformación de la educación pública. Por estos días está impulsando una reforma sin participación de los profesionales de la
educación que día a día están en las aulas. Ah…Es cierto, convocó a una ATD de todos los subsistemas el mismo día, jueves 28 de abril pero una real
participación es mucho más profundo que presentar un documento y discutirlo en un solo día. Dialoguemos de verdad, dejemos la ficción para el cine y los libros.
Desde siempre los sindicatos de la educación hemos estado a disposición para dialogar, transitar y construir de manera conjunta, entendiendo que en
educación no puede obviarse ninguna voz.
La pandemia nos demostró que con docentes y funcionarios se puede contar, que trabajar desde la casa no es más fácil como algunos dicen, es mucho más complejo sostener la familia mientras se trabaja, se pudo lograr gracias al gran esfuerzo de los trabajadores de la educación, mi reconocimiento a cada uno de ellos.
Sabemos que los recortes de la educación afectaron directamente a la educación de nuestros niños, niñas y adolescentes, hay muchísimos menos
grupos en la UTU, y en Secundaria, el número de estudiantes por grupo es mayor, el rubro comedor quedó sin incremento, y en medio de todo esto no obviemos la injerencia del MEC dando pautas para un título universitario sin formación universitaria.
Pero la pandemia también demostró que la escuela sola no puede y no debe poder, en este sentido, empezamos a observar los impactos en la salud
mental, en la de nuestras y nuestros chiquilines, en las de sus familias, y por supuesto, en la de trabajadores y trabajadoras. Creemos que este tema debe plantearse seriamente, como un aspecto estructural de la vida de nuestra sociedad.
Hace pocos días se dieron a conocer datos sobre la violencia en los hogares, vemos con preocupación ese 43% que tiene cara de niña, niño y adolescente a quienes como sociedad debemos proteger. Porque erradicar la violencia infantil no puede ser solamente un slogan publicitario. Porque el crecimiento de la pobreza y la violencia infantil está perjudicando directamente a nuestras infancias. Si no podemos trabajar para revertir estas crudas realidades estaremos condenados como sociedad a sufrir las consecuencias.
A su vez, es fundamental que el sistema de cuidados de nuestro país no siga en un proceso de deterioro, y precarización de las condiciones laborales de trabajadoras y trabajadores. Es gracias a los cuidados que, ancianos, mujeres jefas de hogar, personas en situación de discapacidad, pueden tener una vida digna. Sin olvidar que gran parte de la población a la que van dirigida estas políticas tienen menores a cargo, en edad escolar.
Necesitamos que de una vez por todas exista la voluntad política para llamar a un gran diálogo nacional por la educación pública, que se convoque
ampliamente y sobre todo que el debate educativo quede fuera del rédito electoral. Debemos construir acuerdos a largo plazo, de aquí a los próximos 20 ó 30 años. Esto requiere mucho diálogo y paciencia porque los cambios en educación no son de un día para el otro, ni con imposiciones.
Tenemos otra gran preocupación que queremos decir con claridad, rechazamos la persecución sindical y a la caza de brujas hacia profesionales de la educación comprometidas y comprometidos con la educación pública uruguaya. La lógica del amedrentamiento ejemplarizante no debe primar nunca en una democracia consolidada como la nuestra. El debate y la discrepancia tienen que tener espacio siempre, pero esto es insostenible.
Saben que el movimiento sindical es solidario y desde sus raíces tiene claro que el problema no es con una organización sindical, es con todo el PIT-CNT, respaldaremos a nuestros compañeros y compañeras hasta el final, pero les queremos decir frontalmente que la grieta a la que hacen referencia todos los días, las construyen con acciones de difamación, persecución y permanente desprestigio.
Finalmente compañeras y compañeros, luego de estos últimos tiempos, donde hemos dejado toda nuestra militancia en defensa de nuestros derechos y de los que menos tienen para que “los más infelices sean los más privilegiados”, renovamos el compromiso de avanzar en esta dirección.
El movimiento sindical mantiene intacta la memoria, por justicia por los desaparecidos y nunca más dictadura!!!
Porque hoy, al igual que todos los días, es un día de lucha y también de celebración, por la unidad de nuestro movimiento sindical, para seguir siendo
constructores de esperanza y sueños colectivos, para continuar persiguiendo la justicia, la solidaridad y la defensa de nuestros derechos.
VIVAN las y los trabajadores
Que viva el PIT CNT
CONVERSAROTIO SOBRE LA LUC.
Martes 14 de setiembre a las 18hs en la Casa de la Maestra y el Maestro, en Montevideo.
Participan:
*Limber Santos
*Eloisa Boedoli
*Pablo Martinis
Modera:
*Elbia Pereira.
Se transmitirá en vivo por nuestras redes sociales.
Artículo de Límber Elbio Santos Casaña, en Revista Quehacer Educativo Nº166
Necesito escribir sobre Miguel Soler Roca en primera persona. Mi vínculo de amistad con el maestro, la cercanía afectiva y las complicidades intelectuales reflejadas en largas charlas no me permiten, en esta ocasión, desplegar un abordaje académico sobre su figura. Sin embargo, sobrados argumentos hay para caracterizar una pedagogía, la suya, manifestada desde la palabra y desde la acción en territorio. Su mirada latinoamericanista, humanista, decididamente antimilitarista, en defensa de los derechos humanos, en defensa de los más débiles, dibuja un ser humano comprometido con su tiempo bajo el lema de “nada de lo humano nos puede resultar ajeno”.
Su pedagogía asumió siempre la impronta intelectual de dialogar con la realidad del tiempo presente. Es así que su construcción discursiva estuvo relacionada con los avatares políticos, económicos, sociales y culturales de un momento y de un lugar concretos. Sus textos pedagógicos no son solo pedagógicos. Adquieren lógicas y conceptos propios de la literatura, la filosofía, del periodismo y del arte, en el marco de un movimiento intelectual integral y realista. “Un buen educador debe leer los diarios”, nos solía decir en las tertulias y ruedas de intercambio con docentes y estudiantes.
Es frecuente que en la escuela se lleven al aula temas clásicos surgidos del contexto social: Juegos Olímpicos, Día del Libro, Día Mundial del Medio
Ambiente, Semana Criolla, etcétera. Es pertinente abordar asuntos que estén en la agenda de los niños como, en este caso, el Mundial de fútbol, porque atienden sus intereses y permiten darles un sentido diferente del conocimiento cotidiano.
La presente unidad didáctica se organiza a partir de las miradas de algunas de las asignaturas que conforman el Área del Conocimiento Social (Geografía, Historia y Construcción de Ciudadanía), y tiene el propósito de trascender un abordaje meramente descriptivo de este asunto y alcanzar un tratamiento problematizador, explicativo y comprensivo.
En esta unidad se pretende desarrollar el pensamiento conceptual a través de los conceptos de enclave y diversidad cultural. Se incorpora el
tratamiento de las habilidades cognitivo-lingüísticas: descripción, comparación y explicación, para potenciar la capacidad de gestionar fuentes de
información específica de este campo curricular.
También se propone reconocer tanto los actores sociales que intervienen en el proceso social como las acciones y motivaciones de cada uno
de ellos.