Artículo de Límber Elbio Santos Casaña, en Revista Quehacer Educativo Nº166
Necesito escribir sobre Miguel Soler Roca en primera persona. Mi vínculo de amistad con el maestro, la cercanía afectiva y las complicidades intelectuales reflejadas en largas charlas no me permiten, en esta ocasión, desplegar un abordaje académico sobre su figura. Sin embargo, sobrados argumentos hay para caracterizar una pedagogía, la suya, manifestada desde la palabra y desde la acción en territorio. Su mirada latinoamericanista, humanista, decididamente antimilitarista, en defensa de los derechos humanos, en defensa de los más débiles, dibuja un ser humano comprometido con su tiempo bajo el lema de “nada de lo humano nos puede resultar ajeno”.
Su pedagogía asumió siempre la impronta intelectual de dialogar con la realidad del tiempo presente. Es así que su construcción discursiva estuvo relacionada con los avatares políticos, económicos, sociales y culturales de un momento y de un lugar concretos. Sus textos pedagógicos no son solo pedagógicos. Adquieren lógicas y conceptos propios de la literatura, la filosofía, del periodismo y del arte, en el marco de un movimiento intelectual integral y realista. “Un buen educador debe leer los diarios”, nos solía decir en las tertulias y ruedas de intercambio con docentes y estudiantes.