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Hace ya algunos años que entre los maestros se ha instalado la preocupación por la enseñanza de la lectura y la escritura en Matemática en la escuela primaria. Esto se vincula con la característica especial de la Matemática de trabajar en un escenario marcado por la presencia de representaciones semióticas.
En ese sentido, en un artículo publicado junto a Beatriz Rodríguez Rava afirmábamos: «La Matemática, a diferencia de otras disciplinas, presenta la particularidad de trabajar sobre objetos ideales, objetos que solo son accesibles a través de ciertas marcas inherentes a la Matemática» (Rodríguez Rava y Lujambio, 2015:57) 1.
Esas marcas, esas representaciones semióticas, requieren constituirse en objeto de enseñanza en tanto que son las que garantizan el acceso a los
objetos matemáticos y el poder trabajar con ellos. Y trabajar con ellos implica poder manipular esas representaciones, interpretar y producir... en definitiva, leer y escribir en Matemática. Esto le demanda al alumno interactuar con representaciones semióticas –marcas que están en lugar del objeto matemático pero que no son el objeto– y le significa una actividad intelectual exigente.
Las representaciones a veces pueden “funcionar” de forma aislada o independiente pero, en general, aparecen organizadas y conformando textos.
En esa línea, al preguntarnos acerca de lo que leen y escriben los alumnos en Matemática, tomábamos como referencia todo lo que se materializa en los cuadernos de clase en el marco de las actividades de Matemática, y entre producciones convencionales y otras personales listábamos las siguientes:
«...números, dibujos, cuentas, escrituras vinculadas a la medida, fórmulas y su aplicación, explicaciones en lenguaje natural, otras con integración de algunos signos matemáticos, enunciados de problemas, gráficos, trazados de figuras geométricas, caracterizaciones de figuras, programas de construcciones empleando lenguaje natural y expresiones matemáticas.» (idem, p. 61) 2
En este artículo nos ocuparemos de poner a consideración algunas cuestiones a propósito del lugar de las fórmulas con mayor presencia en la clase de Matemática en la escuela primaria, con énfasis en lo que su inclusión implica desde la enseñanza de la lectura y la escritura en Matemática.

Publicado en Revista 163

En este artículo se busca reflexionar crítica y ambientalmente sobre la enseñanza y el aprendizaje del tiempo en la escuela primaria, con un abordaje
desde la Educación Ambiental (EA) a fin de contribuir a su didáctica (en absoluta construcción) así como de invitar al cuestionamiento de prácticas cotidianas en el aula y del uso del tiempo en nuestras escuelas.
El tiempo cíclico es central en esta unidad didáctica. Las prácticas que se destacan en el desarrollo de este artículo refieren a experiencias de niños y 
niñas de quinto grado de una escuela de la localidad del Chuy. Además es importante señalar que este trabajo fue posible y se ha enriquecido gracias
a un proceso reflexivo en conjunto con estudiantes avanzados de formación docente del IFD localizado en la capital departamental. Y especialmente por la participación en un curso de Educación Permanente del CURE (Centro Universitario Regional del Este), llamado “Poética de la sensación: arte, cuerpo y
creatividad en dinámicas de aprendizaje”, a cargo de Mariela Laura Denegris a quien se le agradece su generosidad intelectual.

Publicado en Revista 162
Martes, 03 Enero 2023 15:01

A modo de presentación

En este número tenemos el gusto de presentar cuatro artículos que refieren a la educación artística. Hay dos trabajos centrados en generar distintos espacios e instalaciones artísticas para ofrecerles a niños, niñas, familias y docentes, y otros dos que abordan propuestas enfocadas a trabajar
en el aula. En todos ellos está presente la idea de la experiencia estética y, por tanto, la importancia de que quienes estén en situación de aprendizaje sean protagonistas del hecho artístico ya sea desde la recepción o la creación. Estas experiencias promueven el desarrollo integral del ser humano, en la medida en que apuntan al crecimiento personal, social y cultural de los niños.
Aquí me interesa destacar que la experiencia estética no refiere a saber apreciar la belleza, a formar el gusto, sino a afinar la sensibilidad, a emocionarnos, a conmovernos, a pensar sobre nuestra vida, a tomar conciencia de distintas situaciones, para interpelarnos, reflexionar y conocernos mejor a nosotros mismos y a nuestro entorno, es decir, conectarnos con nuestra humanidad.
Los aprendizajes en las distintas disciplinas artísticas se producen en la experiencia. Por ello es fundamental pensar en ella, en darle un lugar de privilegio. 
Cada sujeto, como plantean Soto y Violante (2016), va a transitar la experiencia de acuerdo a sus circunstancias de vida y producirá en él efectos
diversos. Su bagaje de experiencias estéticas será clave para los nuevos aprendizajes «La dimensión estética es la capacidad profundamente humana de aprehender física, emocional, intelectual y espiritualmente la calidad del mundo, de manera integrada. Es decir que la experiencia estética, a diferencia de otros modos de experimentar y de pensar la vida cotidiana, es una manera particular de sentir, de imaginar, de seleccionar, de expresar, transformar, reconocer y apreciar nuestra presencia, y la de los otros en el mundo; de comprender, cuidar, disfrutar y recrear la naturaleza y la producción cultural, local y universal. 

La experiencia estética conlleva la capacidad de atribuir significación personal, social y cultural (Jaramillo y otros, 2004).» (apud Azar, 2014:65)
Esta idea de experiencia estética se ubica en la primera mitad del siglo XX de la mano de Dewey (2008); para este autor, la experiencia es vitalidad
elevada. En lugar de significar encierro dentro de los propios sentimientos y sensaciones privados, significa un intercambio activo y atento ante el mundo; significa una completa interpenetración del yo y el mundo de los objetos y acontecimientos.

Publicado en Revista 159

En el presente artículo se propone el abordaje de las barreras observadas para el acceso a la lectura, en un grupo de tercer grado de una escuela de tiempo extendido de la zona céntrica de Montevideo. En el marco de la intervención de maestra de apoyo itinerante se piensa en un encuadre de trabajo colaborativo entre docentes dentro del aula regular, en un grupo de veinticinco niños. Asimismo, dos niños y una niña de este grupo concurren a una escuela especial para niños y niñas con discapacidad intelectual, en modalidad de escolaridad compartida.
En la evaluación diagnóstica inicial, realizada por ambas docentes, en la mayoría del alumnado se observan barreras para el acceso al código escrito,
apatía y desinterés por la lectura, así como dificultades para comprender textos, recuperar información y retenerla.
A partir de los principios del Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA) se realiza una propuesta de trabajo con el propósito de minimizar dichas barreras. 
Se decide transformar este obstáculo en una oportunidad para la puesta en práctica y la reflexión acerca de una propuesta de enseñanza de la lectura. Se parte del trabajo con un texto del escritor Eduardo Galeano, del libro Las palabras andantes, cuyo título inspira la denominación del proyecto pedagógico de maestra itinerante. Se proponen recursos materiales que den la posibilidad de acceder a diversas formas de presentación y representación, de manera de facilitar una mejor percepción de la información. Asimismo se intenta proponer modalidades alternativas de lenguaje y simbolización, para favorecer el disfrute, la motivación y una mejor comprensión del texto leído.

Publicado en Revista 158

Hoy más que nunca, la pregunta por el sentido de la escuela aparece en todos los debates educativos. ¿Cuáles son los grandes propósitos de la 
educación? ¿Qué tipo de niños, niñas y jóvenes nos proponemos formar? ¿Qué grandes aprendizajes esperamos que los estudiantes logren en los años que transitan la escuela?
La respuesta no es única, y mucho menos sencilla. Pero en este artículo espero aportar una visión que ayude a mirar con una lupa potente nuestra
práctica cotidiana y, a partir de ahí, empezar a recorrer el camino de la transformación pedagógica en cada aula y cada institución.
Seguramente estemos todos de acuerdo en la necesidad de que la escuela asegure cierto cuerpo de conocimientos clave para la vida, que forman
parte de nuestro acervo cultural compartido. Y seguramente coincidamos también en que esos conocimientos (al menos hoy) están estipulados por
los programas de las distintas asignaturas y áreas curriculares. Sin embargo, las investigaciones nos muestran que, en la práctica, los alumnos egresan de la escuela como portadores de un saber superficial, fragmentado y poco relevante (Fiszbein, Cosentino y Cumsille, 2016); como conocedores de datos, hechos y procedimientos que logran repetir, pero sin entender del todo ni utilizar para resolver problemas o tomar decisiones en la vida real. 
Pero hay algo peor; año a año, los estudiantes se van acostumbrando a que aprender es eso: entender de forma parcial, o recitar “como loros” cosas que no les terminan de cerrar. Al hacerlo, van construyendo un hábito de la no comprensión, que luego es difícil de desaprender.

Si buscamos que los alumnos comprendan en profundidad un cierto tema, no alcanza con explicarlo claramente. Tendremos que combinar nuestras exposiciones y explicaciones con actividades que promuevan un trabajo intelectualmente activo por parte de los alumnos, como las experiencias vivenciales, lecturas guiadas por preguntas “para pensar”, debates en los que se pongan en juego diferentes posturas y argumentos respecto
de un tema, resolución colaborativa de problemas, investigaciones guiadas sobre preguntas escritas, y oportunidades para la reflexión sobre el aprendizaje y la autoevaluación.
Algunas consignas que  nos pueden ayudar a pensar actividades en este sentido son: ¿cómo podrían explicarle con palabras propias lo que aprendieron a un nene más chiquito o a la abuela que no conoce el tema? ¿Cómo podrían representarlo con un dibujo o con una imagen? ¿En qué situaciones se puede usar eso que aprendieron? ¿Pueden relacionarlo con algo que les haya pasado en sus vidas? ¿Qué cosas sobre el tema ya sabían desde antes y qué cosas de las que aprendieron fueron nuevas? ¿Qué preguntas nuevas se les ocurren hacer sobre ese tema? ¿Qué nuevas cosas les dan ganas de saber?
Todo esto lleva tiempo, claro. Pero es un tiempo bien invertido. Porque comprender amplía nuestra mirada, nos ayuda a ver más lejos y a sentirnos parte de algo más grande, que nos trasciende. Nos da un nuevo par de lentes para entender el mundo. Nos permite construir una plataforma de despegue para seguir aprendiendo siempre y, así, prepararnos lo mejor posible para la vida que elijamos tener.

Publicado en Revista 153

Artículo de Límber Elbio Santos Casaña, en Revista Quehacer Educativo Nº166

Necesito escribir sobre Miguel Soler Roca en primera persona. Mi vínculo de amistad con el maestro, la cercanía afectiva y las complicidades intelectuales reflejadas en largas charlas no me permiten, en esta ocasión, desplegar un abordaje académico sobre su figura. Sin embargo, sobrados argumentos hay para caracterizar una pedagogía, la suya, manifestada desde la palabra y desde la acción en territorio. Su mirada latinoamericanista, humanista, decididamente antimilitarista, en defensa de los derechos humanos, en defensa de los más débiles, dibuja un ser humano comprometido con su tiempo bajo el lema de “nada de lo humano nos puede resultar ajeno”.

Su pedagogía asumió siempre la impronta intelectual de dialogar con la realidad del tiempo presente. Es así que su construcción discursiva estuvo relacionada con los avatares políticos, económicos, sociales y culturales de un momento y de un lugar concretos. Sus textos pedagógicos no son solo pedagógicos. Adquieren lógicas y conceptos propios de la literatura, la filosofía, del periodismo y del arte, en el marco de un movimiento intelectual integral y realista. “Un buen educador debe leer los diarios”, nos solía decir en las tertulias y ruedas de intercambio con docentes y estudiantes.

Publicado en Noticias y Novedades

La planificación multigrado no es la Didáctica Multigrado. Es parte de esa construcción teórica y práctica que pretende describir, analizar, explicar y
anticiparse a los acontecimientos relativos a la enseñanza y al aprendizaje en aulas multigrado. Los movimientos intelectuales de descripción, análisis y explicación corresponden al campo de la investigación didáctica y dan cuenta del ser, de cómo son las cosas. Las investigaciones académicas al respecto suelen considerar cómo se manifiestan los elementos de la práctica educativa en las aulas multigrado: tiempos, espacios, recursos, saberes, interacciones.
El movimiento intelectual de anticipación a los acontecimientos corresponde al campo de la planificación didáctica y da cuenta del deber ser, de cómo deberían ser las cosas. Naturalmente se trata del campo más técnico de la didáctica, y está sujeto a las incertidumbres y limitaciones propias de toda práctica de anticipación.
La planificación multigrado no es la Didáctica Multigrado, pero se nutre de ella. Es un componente técnico imprescindible de un constructo conceptual
mucho más amplio. Todas las decisiones técnicas que se puedan adoptar en materia de planificación encuentran su justificación en los fundamentos teóricos de la didáctica. En este sentido, nunca una decisión técnica es solo técnica. También es conceptual desde lo pedagógico y desde lo didáctico. El campo de la Pedagogía Rural Uruguaya contribuye fuertemente  a conformar el sustrato pedagógico, y la teoría de la Didáctica Multigrado a conformar el sustrato didáctico. 

Pero esa teoría no es solo teoría. Incorpora permanentemente elementos de la experiencia práctica de los docentes rurales, por cuanto es producto de la tríada conformada por la investigación académica, la reflexión sobre las prácticas educativas y la formación permanente de los docentes.

Tanto la didáctica como la planificación multigrado no se remiten solo a las escuelas rurales, y ni siquiera solo a las aulas multigrado formales. Por el contrario, a juzgar por la diversidad de aprendientes presentes en todas las aulas, la planificación de una enseñanza diversificada se hace necesaria en todos los contextos,  ámbitos institucionales y niveles educativos. En este encuadre conceptual, la planificación multigrado es una planificación para la diversidad de los aprendientes y, por lo tanto, una planificación de la diversificación de la enseñanza.

Publicado en Revista 147

El presente artículo trata sobre el proyecto “Ampliar el horizonte”, realizado en una escuela de discapacidad intelectual. Ampliar el horizonte de los sujetos que allí asisten, trascender los muros de la institución educativa, ampliar y profundizar conocimientos a través del contacto con especialistas. Además se proyectan posibilidades para el egreso escolar.
Con este proyecto se busca que los alumnos desarrollen competencias para la vida y el trabajo, objetivo de la Educación Especial, se aspira a que los jóvenes desarrollen el autoconocimiento, reconozcan sus fortalezas y debilidades, y elaboren estrategias para afrontar los desafíos de vivir en tiempos de incertidumbre y cambios.

Publicado en Revista 145

Para orientar la tarea docente en Educación Inicial y Primaria, nos parece fundamental partir de un análisis epistemológico y didáctico de los contenidos programáticos del Área del Conocimiento de la Naturaleza en el currículo actualmente vigente en Uruguay.

En este artículo realizamos una breve discusión de los contenidos de Astronomía prescritos en el Programa de Educación Inicial y Primaria. Año 2008, con el objeto de brindar a las maestras y a los maestros algunas “claves de lectura” que se traduzcan en posibles directrices para el diseño, la implementación y la evaluación de secuencias de enseñanza que aborden esos contenidos.

En todo diseño curricular se pone en juego una gran variedad de criterios de selección de contenidos: se espera que ellos sean centrales en la(s) disciplina(s) de referencia, socioculturalmente significativos, adecuados al desarrollo psicoevolutivo de los estudiantes, valiosos para la formación
de ciudadanía, etcétera. Entre tales criterios necesariamente se generan ciertas tensiones. El conjunto de contenidos seleccionados para ser enseñados, el orden en el que aparecen en los distintos grados, la importancia relativa que se les asigna, entre otros muchos aspectos, dan cuenta de la resolución que se ha dado a esas tensiones: el currículo no solo muestra la imagen de ciencia que se desea “hacer vivir” en las aulas, sino que está “teñido” de las concepciones epistemológicas y didácticas sostenidas por sus diseñadores.

Examinar el currículo como el “producto final” de delicadas decisiones y negociaciones nos proporciona una “ventana” Un enfoque de enseñanza
de la Astronomía Algunas consideraciones epistemológicas y didácticas a entender tanto qué se ha considerado importante enseñar como en qué se fundamenta el reconocimiento de esa importancia.

El proceso de producción del currículo como documento público conlleva poner en diálogo, y eventualmente lograr amalgamar, las intenciones y los supuestos asumidos por los diseñadores que provienen de diferentes campos profesionales, tradiciones intelectuales y disciplinas académicas.
Leer con cuidado los contenidos que se prescriben nos permite indagar en ese proceso para fundamentar mejor la enseñanza. Tal es la intención de este artículo.

Publicado en Revista 142

A la hora de enseñar a escribir, la consigna ocupa también un lugar relevante. De acuerdo con Camelo González (2010), tenemos que pensar las
consignas «como enunciados orientadores de los procesos de escritura en el aula».
«Para abordar el análisis de las consignas orientadas a la producción del texto escrito (...) es pertinente establecer la relación existente entre el enunciado formulado y la manera como éste se estructura, con el fin de analizar el tipo de orientación que se proporciona al estudiante para la realización de la tarea y establecer cuáles son los procesos cognitivos, metacognitivos y comunicativos implicados en la instrucción.» (ibid., p. 59)
El estudio de las consignas permite realizar una doble mirada: por un lado, las concepciones del docente acerca de lo que implica escribir; y por
otro lado, la interpretación que realiza el alumno de la consigna. Nos adherimos a la concepción de escritura como proceso, y enseñamos que el niño
revise lo que escribe y si su escrito se adecua al destinatario, pero no hacemos lo mismo al momento de redactar la consigna.

Desde este enfoque pretendemos convocar a pensar sobre un tema que hace a la responsabilidad que los docentes tenemos en la enseñanza de
la escritura. La delimitación de la reflexión implica tener en cuenta que la información que ha de proporcionar la consigna de escritura tiene directa relación con las decisiones que tomará el que escribe.
«...la comprensión de consignas es una “capacidad metodológica” a ser aprendida por el alumno » (Zakhartchouk, 1999 apud Riestra, 2008:56).
A su vez tiene que ser comprendida por el docente como orientador de los procesos en el aula. Por lo tanto, se considera a la comprensión de consignas como «“la operación intelectual en la que se descompone una tarea”» (idem). Por otra parte, atribuye a las consignas como textos de instrucción, las finalidades de verificación sobre la comprensión, retención y asimilación por parte del alumno, a la vez que de evaluación de conocimientos y de saber hacer.
El planteamiento de la consigna debe contener una serie de aspectos que permitan guiar la producción escrita del estudiante y que a la vez puedan dar cuenta de su aprendizaje.

Publicado en Revista 139
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