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Esta experiencia fue desarrollada en primer grado, en la Escuela Nº 5 de Tomás Gomensoro.
Se inscribe en un proceso de reflexión, producción y evaluación, vivido en el Curso de Formación en Servicio de Apoyo a la Enseñanza de las Ciencias Sociales del IFS, dictado en 2014 en la ciudad de Artigas.

Desde mi formación inicial me acompaña un discurso instalado en el imaginario docente (y ciudadano), que reza que la educación en valores es la salvaguardia moral de nuestras futuras generaciones. “Lo que faltan son valores, los niños de hoy no tienen valores...”
Dicho de este modo parece colarse en nuestras prácticas, la idea de que nuestra misión es ilustrar en el deber moral a niños, niñas y familias.
Parecería que “hablar de valores”, escribirlos en grandes papeles a la vista del salón, hacer reuniones en las que existe una única voz de
autoridad respondiendo a esta máxima, realizamos un aporte pedagógico sustancial en la formación de sujetos autónomos y responsables.
Ahora bien, la realidad nos demuestra, pragmáticamente, lo superficial de este postulado.
Vivimos en una escuela cada vez más ajena a la realidad, y menos empática con ella. 
Somos cada vez menos ciudadanos, y más individuos, consumidores.

Publicado en Revista 132

El advenimiento de la Pragmática y de la Sociolingüística, y los aportes realizados por la filosofía y la lógica han modificado sensiblemente algunos conceptos gramaticales. 

La  Sociolingüística ha demostrado que hoy día se hace necesario, para estudiar la lengua, una observación del verdadero uso de la misma, incluyendo la variación social y dialectal. Por su parte la Pragmática advierte que la lengua en uso debe estudiarse en términos de actos de habla.

La lengua es una vía de conocimiento del mundo, por lo tanto es innegable su carácter instrumental. Desde el enfoque comunicativo se puede afirmar que es un instrumento de uso. Desde esta perspectiva son importantes dos conceptos que deben ser tenidos en cuenta en una clase de lengua: la acción y la interacción.

El alumno debe ser un hablante competente; por eso, el docente debe trabajar a fondo en las competencias lingüística, textual, discursiva, pragmática y cultural, todas ellas integrantes de la competencia comunicativa.

Se deben brindar variadas oportunidades de hablar y escuchar a distintas audiencias y con distintos propósitos, creando estrategias de intervención didáctica de la lengua oral. Es muy importante no olvidar que no es suficiente con “dejar hablar” a los niños, sino que la oralidad debe ser objeto de enseñanza. Así es como en Sexto grado, ante la oportunidad de anotarse en las Colonias de Vacaciones, se manifiesta la necesidad de trabajar el discurso argumentativo. Se inicia la secuencia desde la oralidad para luego proyectar lo trabajado en el discurso escrito. Se trabaja la ORALIDAD COMO OBJETO DE ENSEÑANZA. Dicha enseñanza se focaliza en los siguientes aspectos: elementos paralingüísticos (intensidad y velocidad, dicción, tono
de voz y las pausas, gestos, miradas y posturas), argumentos pertinentes y no pertinentes al tema, serie de argumentos, verbos de opinión.

 

Publicado en Revista 117