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En el año 2016, el geógrafo Nick Middleton publicó el Atlas de países que no existen... en el que, a través de la secuencia narrativa y de una exquisita
cartografía, presenta una compilación de cincuenta ejemplos de micronaciones, es decir, entidades territoriales que aspiran a ser países, por ejemplo, Araucanía, Cataluña, Somalilandia, Lakota, Hutt River... En el año 2017, el geógrafo Alastair Bonnett publicó el libro Fuera del mapa. Un viaje extraordinario a lugares inexplorados, que contiene un capítulo denominado “Enclaves y naciones secesionistas” con cuatro casos de “países en espera”: Sealand, El Reino Unido de Lunda Tchokwe, Gagauzia y El Estado Islámico de Irak y Levante. En el año 2018, Montanari y Godinez publicaron el libro Qué país. Un libro sobre micronaciones, que expone historias reales, curiosas y atractivas, enmarcadas en una treintena de estos territorios; Seborga, Christiania, Minerva, Molossia, Orden de Malta, entre otros. 
Estos autores, que se han dedicado de lleno al micronacionalismo, aspiran no solo a mostrar extravagancias o curiosidades espaciales, sino a provocar y desorientar el abordaje de una geografía tradicional que pone el énfasis en el estudio de los territorios “oficiales”, y descuida la existencia de otros territorios.
Tratar el concepto de micronación en el aula puede ser una manera inusual, atractiva e instructiva de abordar este objeto espacial que ha sido
escondido en el discurso geográfico dominante, además de llegar al concepto de país, que es una entidad clave para comprender las dinámicas territoriales del mundo contemporáneo. En el mundo global, según expresa Middleton (2016), el espacio nacional sigue teniendo gran importancia, sobre
todo porque los países individuales continúan dominando nuestras vidas.

Publicado en Revista 154

En la actualidad, se presenta como una necesidad el dar un vuelco a la enseñanza de los contenidos geográficos, pasando de una enseñanza descriptiva, enumerativa, enciclopédica y descontextualizada con las problemáticas reales de la comunidad, donde prima la promoción de lo memorístico y repetitivo, a una enseñanza que deje al desnudo cuestiones como la dependencia y la sumisión, las graves problemáticas socioterritoriales, las rápidas transformaciones territoriales, y promueva la reflexión y un verdadero compromiso hacia lo social.

Se pretende una enseñanza crítica o democrática que permita una visión global de la realidad social, introducir la perspectiva histórica en el análisis de las dinámicas territoriales, adoptar una actitud crítica hacia la injusticia y la desigualdad en las sociedades actuales, incluir a todos aquellos grupos tradicionalmente omitidos en los análisis científicos (minorías étnicas, mujeres, homosexuales, etc.), educar en el respeto por las diferencias y estimular el conocimiento de la propia identidad.

En pocas palabras, se habla de una educación para la libertad, para el (auto y co) conocimiento, para la reflexión, para la acción, para la vida.

Publicado en Revista 119