A la hora de enseñar a escribir, la consigna ocupa también un lugar relevante. De acuerdo con Camelo González (2010), tenemos que pensar las
consignas «como enunciados orientadores de los procesos de escritura en el aula».
«Para abordar el análisis de las consignas orientadas a la producción del texto escrito (...) es pertinente establecer la relación existente entre el enunciado formulado y la manera como éste se estructura, con el fin de analizar el tipo de orientación que se proporciona al estudiante para la realización de la tarea y establecer cuáles son los procesos cognitivos, metacognitivos y comunicativos implicados en la instrucción.» (ibid., p. 59)
El estudio de las consignas permite realizar una doble mirada: por un lado, las concepciones del docente acerca de lo que implica escribir; y por
otro lado, la interpretación que realiza el alumno de la consigna. Nos adherimos a la concepción de escritura como proceso, y enseñamos que el niño
revise lo que escribe y si su escrito se adecua al destinatario, pero no hacemos lo mismo al momento de redactar la consigna.
Desde este enfoque pretendemos convocar a pensar sobre un tema que hace a la responsabilidad que los docentes tenemos en la enseñanza de
la escritura. La delimitación de la reflexión implica tener en cuenta que la información que ha de proporcionar la consigna de escritura tiene directa relación con las decisiones que tomará el que escribe.
«...la comprensión de consignas es una “capacidad metodológica” a ser aprendida por el alumno » (Zakhartchouk, 1999 apud Riestra, 2008:56).
A su vez tiene que ser comprendida por el docente como orientador de los procesos en el aula. Por lo tanto, se considera a la comprensión de consignas como «“la operación intelectual en la que se descompone una tarea”» (idem). Por otra parte, atribuye a las consignas como textos de instrucción, las finalidades de verificación sobre la comprensión, retención y asimilación por parte del alumno, a la vez que de evaluación de conocimientos y de saber hacer.
El planteamiento de la consigna debe contener una serie de aspectos que permitan guiar la producción escrita del estudiante y que a la vez puedan dar cuenta de su aprendizaje.
Hablar de lectura es hablar de prácticas sociales e históricas de lectura, propias de sociedades con diversas y cambiantes formas de organización política, economías de producción y circulación de los textos, prácticas de legitimación, manipulación o censura de lecturas. Como sostienen Cavallo y Chartier (2001:63): «la lectura no es una invariante antropológica sin historicidad».
A lo largo de la historia se han ido produciendo cambios al respecto de qué se lee, en qué soportes se lee, qué sectores de la sociedad tienen acceso a la lectura, quiénes determinan qué se puede leer y qué no. La concepción que sostiene que el acceso a la cultura escrita –y, por lo tanto, la posibilidad de aprender a leer– es un derecho de todos los ciudadanos para garantizar la vida democrática es apenas la conquista –parcial– de un principio reciente en la historia de nuestros Estados-nación.
Por otro lado, hablar de lectura es mucho más que hablar de la posibilidad de reconocer las palabras escritas; la lectura es un proceso de construcción y de interacción entre los lectores, los autores y los mundos postulados por los textos.
La lectura no es ajena para los niños que todavía no “saben leer de manera convencional”, pues ellos pueden poner en juego estrategias para anticipar el contenido del texto, formular hipótesis e inferencias sobre lo “no escrito”, establecer constantes interacciones entre el texto y el contexto verbal que provee la maestra, y también centrarse en la información que provee el texto.
No debemos olvidar que aún «el drama de muchísimos niños es que, no habiendo contado con interpretantes en sus primeros años, al llegar a la escuela tampoco los encuentran. (...)
Para que los niños puedan reconstruir el sistema de escritura así como las prácticas sociales de lectura, es necesario proponer situaciones de lectura desde
los inicios de la alfabetización y la escolaridad, situaciones que permitan que circulen las lecturas –más o menos convencionales– de los niños, y que a partir de las intervenciones docentes se propicie una coordinación progresiva de la información disponible y una “centración” cada vez mayor en el texto. De esta forma podemos
restituir al acto de lectura en la escuela, la magia y el desafío que implica para los niños acceder a la cultura escrita de su lengua.
Abordar el trabajo de ciencias con niños de tres, cuatro y cinco años supone, entre otras cosas, reconocer la existencia de una ciencia
escolar que habilite, a través de los contenidos programáticos, desarrollar y enriquecer las ideas con que los niños comprenden y explican
el mundo que los rodea.
¿Por qué es tan importante iniciar a los niños tan pequeños en la actividad científica? Existe un amplio conjunto de investigaciones (por ejemplo, De Manuel y Grau, 1996) que dan cuenta de que las ideas que los niños tienen sobre el mundo que los rodea, se construyen
durante las primeras etapas de su vida, independientemente de que se les enseñe ciencias. La escuela tiene mucho por hacer en estas primeras etapas, y todo el esfuerzo que suponga ahora ese hacer, permitirá a los niños mejorar sus ideas y construir nuevas, más cercanas a las concepciones científicas.
En el presente artículo nos detendremos en el abordaje del concepto de ser vivo, buscando plantear en un primer momento la caracterización
que se realiza sobre este concepto, para luego desarrollar algunos atributos y posibles abordajes prácticos que permitan visualizar un recorrido a lo largo del ciclo.
¿Cómo organizamos la clase desde lo cotidiano? ¿Cómo circula el conocimiento en el aula? ¿Cómo abordamos un programa escolar que abarca una abrumadora carga de contenidos presentados por disciplinas?
En la Metodología Natural e Integral, creada por la maestra uruguaya Cledia de Mello, encontramos una propuesta diferente que nos permite transitar nuevos caminos y ensayar ciertas respuestas a estas interrogantes.
En diálogo con nuevos aportes disciplinares, con distintas vertientes teóricas y con nuestras diversas experiencias docentes, apostamos
a reinventar desde el presente algunas ideas potentes que Cledia legó a nuestra tradición pedagógico-didáctica.
Compartimos en esta narrativa –la tercera que el colectivo pone a disposición– parte de ese recorrido que estamos transitando. Las dos publicaciones previas están detalladas en las referencias bibliográficas al final del trabajo.
En este caso reflexionamos a partir de las líneas temáticas publicadas en 1988, en el marco de la elaboración de las Pautas Curriculares del
Centro de Educación Natural e Integral (CENI).
Inicialmente, la lectura de este documento nos posibilitó identificar una serie de conceptos potentes para enseñar a organizar el pensamiento, apreciando a la vez su lógica integradora en cuanto que todos los contenidos de enseñanza se presentan allí interrelacionados. En forma simultánea, contrastamos esta propuesta con los avances al presente de las distintas disciplinas y con lo explicitado en el programa escolar vigente.
Todo estuvo, asimismo, en diálogo con nuestras prácticas docentes en los más diferentes contextos y fue discutido desde la trayectoria del colectivo hasta el momento.
En el presente artículo sintetizamos parte de un trabajo de investigación que iniciamos con el estudio histórico epistemológico del programa
de Física. Al analizar los contenidos referidos a la Dinámica encontramos que el concepto estructurante de la misma, la fuerza, se presenta
ya en primer grado, con sus dos modalidades de aplicación y a través de uno de sus efectos:
▶ Los cambios en el movimiento.
• Las fuerzas de contacto.
• Las fuerzas a distancia.
A partir del estudio disciplinar del concepto fuerza y en conocimiento de las dificultades de los niños para pensar las fuerzas como una interacción no solo entre seres vivos, sino también entre objetos, definimos el alcance del concepto a enseñar y algunos lineamientos didácticos.
Consideramos conveniente realizar una primera aproximación a la idea de fuerza, reconociendo los efectos que ocasiona en los cuerpos al
ser aplicada: las fuerzas sostienen y deforman, para posteriormente entrar a la Dinámica con las fuerzas como causantes de los cambios en
el movimiento (cf. Adúriz-Bravo et al., 2014).
La posibilidad de incluir a un niño con discapacidad intelectual en Educación Común fue tomada como un desafío particular por el equipo
docente de la institución, ya que significa elaborar un proyecto de trabajo que permita hacer accesibles los contenidos, de forma que este niño pueda aprender en una escuela para todos; más allá de que esté legislado en nuestra Ley General de Educación (Nº 18.437) y sea un derecho para el niño.
El presente artículo versa sobre un proyecto de clase “armado de un cancionero” en segundo grado. Surge la necesidad de recopilar coplas y
canciones para no olvidarlas, ya que la profesora de Educación Musical ha enseñado varias que gustaron mucho, al igual que lo han hecho
las maestras de años anteriores y del presente año. También se incluyen coplas y canciones compartidas por las familias.
El propósito didáctico de este proyecto es que los niños lean por sí mismos; tanto aquellos que ya lo hacen de forma convencional como
los que no. Se busca que lean construyendo estrategias durante la lectura, guiados por un claro propósito social: recopilar canciones y compartirlas con la familia.
Una primera versión de este trabajo se presentó en el marco de la Maestría en Escritura y Alfabetización (Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de La Plata) para el Seminario “Didáctica de la alfabetización inicial I”, a cargo de A. López, L. Peret, Y. Wallace. Colaboradora: M. Castedo.
Se realiza el análisis de un registro que constituye una situación didáctica de lectura muy interesante en torno a la biblioteca de aula, ya que permite profundizar tanto en aspectos puntuales de la situación didáctica en sí (claros propósitos sociales, trabajo en contenidos sobre el sistema de escritura y quehaceres del lector) como en las condiciones didácticas que favorecen la alfabetización inicial (fundamentalmente en las intervenciones docentes que permiten la coordinación de distintos tipos de información por parte de los niños para lograr interpretar y localizar información específica, leyendo).
El Equipo de Investigación en Enseñanza de las Ciencias Naturales se propuso este año abordar contenidos de Geología. El grupo del Nivel Inicial y Primer Nivel optó por un contenido integrador que fuera el eje vertebrador del trabajo: las relaciones entre el agua y el suelo, la interacción entre dos de los subsistemas del planeta: hidrosfera y geosfera.
Al profundizar la mirada sobre el tema decidimos que la propuesta no debía focalizarse solo en los contenidos geológicos, pues estos fenómenos no se dan aislados. Un cabal abordaje implicaba pensar las interrelaciones con otras disciplinas como Química, Física, Biología y en la integración de las Ciencias Sociales.