Si bien ya es difícil cuestionar que nuestra sociedad está articulada por relaciones de género desiguales, la toma de conciencia de esta realidad
no se ha visto «todavía traducida en un cambio social de transgresión» (Grau Muñoz, 2020:80).
En este escenario, escuelas y docentes estamos convocadas a asumir la responsabilidad que nos corresponde como agentes de la educación en la
transformación social que se requiere a fin de lograr que la igualdad de género, al decir de Bachelet (2011), sea una realidad vivida.
Como resultado de compromisos internacionales y regionales que ha suscrito el país, así como de las leyes y normativas aprobadas hasta el momento, el sistema educativo está obligado a garantizar una educación de calidad a niñas y niños del país sin discriminación, garantizando el
pleno ejercicio del derecho a la educación de todas y todos. En este sentido además, tiene la responsabilidad de impulsar una línea transversal que apunte a la igualdad de género garantizando la no discriminación en la educación en todos los niveles educativos.
El enfoque de género en la educación pública es una línea transversal, un eje articulador y una estrategia amplia de integración para ser abordada por el conjunto de subsistemas.
Cuando hablamos de educación de calidad nos referimos a aquella que les permite a niños y niñas desarrollar su potencial, aprovechar las oportunidades
de empleo y adquirir competencias para la vida activa. «Esto supone llegar a todos y llegar mejor para conseguir mejores aprendizajes que contribuyan
a la equidad.» (ANEP. CEIP, 2016b:14)
Debemos procurar que la educación, derecho fundamental con el cual los educadores nos sentimos plenamente comprometidos, involucre a todos los seres humanos y contribuya, junto a los otros derechos fundamentales, a enriquecer su vida en una sociedad más justa y solidaria.
No podemos ser ni neutros ni prescindentes.
Los ciudadanos, los trabajadores, los educadores, tenemos la obligación de luchar contra las guerras, los conflictos violentos, la utilización, fabricación
y venta de armas. Debemos hacer que la Educación, en todas sus formas y modalidades, procure generar relaciones respetuosas entre todos los seres humanos, los pueblos, las naciones. La familia, la comunidad, los medios de comunicación, los deportes, las artes, las relaciones laborales, sindicales, políticas, internaciones, todos deben colaborar a generar ese mundo.
A setenta años de la Declaración, unas reflexiones para intentar posicionarse, como educadores, como trabajadores, como ciudadanos, ante el
panorama actual.
► No podemos aceptar con resignación ni guerras, ni conflictos violentos, ni carrera armamentista.
► No debemos aceptar un orden económico injusto para los países pobres, que los condena al subdesarrollo.
► No debemos tolerar que cientos de millones de seres humanos vivan en la extrema pobreza, mueran de hambre, de enfermedades evitables,
mientras la opulencia, el despilfarro, el consumismo indigno, en el cual también nosotros nos sumergimos, dilapide recursos y saquee hasta el
propio planeta.
► No podemos conformarnos con que las fuerzas y los intereses imperialistas continúen agrediendo y explotando a los pueblos.
La respuesta a estas interrogantes, la actitud a asumir, las presento en palabras del gran maestro brasileño:
«No sólo soy objeto de la historia, sino también su sujeto. En el mundo de la historia, de la cultura, de la política, no constato para adaptarme, sino para cambiar. En el mismo mundo físico, mi constatación no me lleva a la impotencia. (...) Constatando nos hacemos capaces de intervenir en la
realidad, tarea incomparablemente más compleja y generadora de nuevos saberes que nuestra simple adaptación a ella. También por eso, no me parece posible ni aceptable la postura ingenua o, peor, astutamente neutra de quien estudia, sea físico, biólogo, sociólogo, matemático o pensador de
la educación. Nadie puede estar en el mundo, con el mundo, y con los demás de forma neutra. [...] ¿Con qué fin estudio? ¿En favor de quién? ¿En contra de qué estudio? ¿En contra de quién estudio?» (Freire, 2006:89-90)
Nuestra intención es narrar una experiencia realizada en 2016 en el marco del proyecto “Arte, Derechos Humanos y Convivencia Ciudadana”, impulsado por el Teatro Solís y el Instituto Interamericano de Derechos Humanos. Uno de los objetivos de este proyecto es incidir en la formación profesional de los docentes y sus prácticas pedagógicas. A raíz de que varias maestras de nuestro colectivo habían realizado el Curso de Educación en Derechos Humanos y Artes Escénicas en el Teatro Solís, fuimos elegidas para poner en práctica un proyecto de Artes Escénicas y Derechos Humanos que contaría con el apoyo de las docentes del curso.
En la Guía metodológica de Educación en Derechos Humanos y Artes Escénicas, Albistur et al. (2017) plantean que pensar en una pedagogía de
Derechos Humanos implica tener en cuenta que estamos con otros, que nuestras prácticas requieren del encuentro y que las artes escénicas son un camino para hacer ese encuentro posible. En nuestro proyecto nos centramos en la participación. El Jardín abrió las puertas a las familias invitándolas
a jugar, a intercambiar y a crear algo para sus hijos. Entendemos que estos espacios de juego de interacción, de intercambio, promovieron el sentirse
parte, el ser protagonista, una mejor convivencia entre las familias, entre familias, docentes y el equipo todo.
El proyecto se desarrolló a partir de talleres con las familias, en los cuales, si bien se buscaba organizar una sorpresa para presentarles a los niños y niñas el día del festival, nuestros objetivos iban mucho más allá: queríamos dar lugar al encuentro entre las familias del Jardín, de las maestras con esos padres y madres, y al intercambio entre maestras.
Avanzar en Cultura de Paz, para promover una sociedad más justa, mejorando la calidad de vida de niñas, niños, adolescentes y jóvenes, mujeres y hombres, trabajando los índices de violencia y de delincuencia para mejorar la seguridad y lograr el pleno respeto de los Derechos Humanos.
La presente secuencia didáctica se desarrolló en los grupos de Quinto y Sexto grado de una escuela rural del departamento de Río Negro. Se encuentra
enmarcada dentro del Área del Conocimiento Social – Construcción de ciudadanía: Ética. Derecho.
El derecho a la salud sexual y reproductiva surge en el marco de reivindicaciones por una salud integral de la mujer, incluyendo la planificación familiar y básicamente la reproducción. Con la consigna “nuestros cuerpos nos pertenecen” se introduce la posibilidad de decidir acerca de ellos.
Se reivindican derechos como decidir el número de hijos, con quién tenerlos, el placer sexual, el derecho a vivir una vida sexual sin violencia.
En las Ciencias Sociales, el concepto de naturalización supone que los sujetos explican, justifican y otorgan sentido a la realidad social, sus prácticas sociales y sus concepciones, sobre la base de la naturaleza.
Esto habilita la imposibilidad del cuestionamiento y del debate acerca de todo lo que forma parte de lo social en sus distintas dimensiones. Es que lo “natural” no se cuestiona, existe. Esta lógica de explicación de lo social se instala como proceso que abarca todos los ámbitos de la cuestión humana. De esta forma se genera una mirada dominante y hegemónica del mundo social, que no concibe la agencia social (transformadora). El sujeto es percibido con carácter pasivo, como mero observador de la realidad social; y sus posibles intervenciones no generan cambios estructurales, sino meras innovaciones alineadas con lo que naturalmente está ordenado.
Asimismo cabe mencionar el vaciamiento político e ideológico que genera esta manera de concebir lo social. Da cabida a una perspectiva individualista, y no de construcción colectiva y participativa dentro del mundo social. En definitiva, todo proceso de naturalización paraliza a los sujetos y sus potenciales acciones transformadoras. En la actualidad, en Ciencias Sociales se ha abierto la puerta de la des-naturalización de lo naturalizado. Este proceso –que requiere de conciencia colectiva y propuestas de trabajo de de-construcción social e ideológica que no solo desenmascaren lo invisible, sino que lo fortalezcan– ha alcanzado el campo de la educación.
Las instituciones educativas son parte, física y simbólicamente, de la sociedad. Como tales han sido estudiadas, muchas veces, con una mirada que naturaliza todos los procesos que se desarrollan dentro y a partir de ella. Se han dejado de lado algunas dimensiones clave de análisis de la institución educativa como constructora de la estructura social. Esta se construye (en parte) a partir del logro de fines de estas instituciones. Estas se visibilizan a través de una infraestructura edilicia que se presenta ante los sujetos de forma material. Esa estructura, firme y flexible al mismo tiempo, cuando el sujeto transita por el proceso de socialización, no solo lo espera, recibe, cobija, retiene, constriñe, sino que lo conduce por el proceso individual y colectivo de subjetivación. La institución educativa, por lo tanto, es un agente socializador. Agente que aguarda de forma serena, pausada, quieta y paciente, la llegada de generación tras generación. Inerte pero dinámica aguarda para cumplir su fin último: la socialización de distinto nivel para nuevos grupos sociales. En este sentido, en este artículo se presentan distintas posibles dimensiones de análisis a partir de la pregunta: ¿Qué ocurre cuando el tejido social se transforma y entra dentro de la institución educativa?
21 de setiembre Día Internacional de la Paz.
26 de setiembre Día Internacional para la Eliminación Total de las Armas Nucleares
Actualmente, Uruguay ocupa un lugar como miembro temporal del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Fiel a los principios democráticos y pacifistas de nuestro país, puede tomar la iniciativa de proponer que, se vote la prohibición transitoria del empleo y/o de la fabricación de armas nucleares, mientras la Asamblea General de la ONU no tome decisión sobre la propuesta de prohibición total de las mismas.