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Este artículo narra una experiencia llevada adelante por una maestra de alumnos con discapacidad visual, en coordinación con docentes de Expresión Corporal y Danza.
La danza y la expresión corporal aparecen como posibilitadoras de acceso a otras lenguas y lenguajes, allí donde la palabra no puede articularse para expresar un pensamiento o una idea. Se generan espacios de comunicación profunda, más allá de los libros y de las recetas. A través de la danza se crean imágenes visuales, coreográficas, literarias o poéticas, y se genera la oportunidad de poder apreciarlas.
Esta comunicación y el acto de representación no es un simple monólogo, nos dice E. W. Eisner, sino que dicha representación habla y crea nuevas posibilidades de descubrimiento e invención; y en este descubrimiento, en este espacio de construcción de subjetividad es que se les ofrece a los sujetos la oportunidad de crecer.
Para promover y propiciar la expresión artística y generar así la construcción de la subjetividad, son necesarios el cuerpo, la corporeidad. En el Programa de Educación Inicial y Primaria. Año 2008 se define corporeidad como «una construcción que se nutre del accionar, sentir, pensar, saber, comunicar y querer, relacionados dialécticamente modificando la vida cotidiana, permitiendo además la identidad y subjetividad de los demás» (p. 237).
L. E. Behares plantea que todo conocimiento es en alguna medida corporal, es decir, todo conocimiento es una construcción humana y por lo tanto es corporal. Se puede decir entonces que aprehender Lengua y Literatura y disfrutar de estas requiere necesariamente del cuerpo, ya que el aprendizaje pasa por el cuerpo y se registra en él.
A. Fernández (2008) plantea que la apropiación del conocimiento implica el dominio del objeto, su corporeización práctica en acciones o en imágenes, que resuena en placer corporal, placer de dominio. 
Leticia Albisu Viacava

Publicado en Revista 144

Artículo en el que se comparten algunas reflexiones personales, a partir de la experiencia de trabajo en la integración de personas con discapacidad visual en un grupo de educación inicial en la escuela de Educación Común.

En la actualidad se entiende que la diversidad es propia de los seres humanos, y que en todo grupo social existirá heterogeneidad entre sus integrantes. Es de suma importancia que los diferentes actores de los centros educativos valoren y atiendan las particularidades de los alumnos, para poder optimizar sus aprendizajes brindando experiencias que se adecuen a sus necesidades y estilos personales.

Desde el comienzo de la experiencia en la incorporación de alumnos con discapacidad visual dentro de los centros educativos, la autora se pregunta: ¿de qué forma se puede contribuir en el desarrollo de un ámbito eficaz de aprendizaje para esta persona?, ¿con qué recursos se cuentan para garantizar la igualdad de oportunidades y el desarrollo pleno de sus potencialidades? La búsqueda de respuestas a estas preguntas, ha pautado las prácticas que se llevaron adelante y que se comparten en el artículo.

Publicado en Revista 119