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Con la orientación acerca de la escritura de la Tesis, el equipo de Formación Docente cierra un ciclo de aportes que entendió era un debe –desde la Revista– con el cual pretende que sus lectores se conviertan en escritores, que puedan encarar trabajos extraescolares de nivel superior y ser aportantes de insumos entre pares. Se trata de seguir creciendo dentro del ámbito académico. Padrón Guillén (1996), citado en la entrega anterior de la serie de trabajos de divulgación (García Montejo, 2016), explicita el alcance de la expresión “texto académico”, expresión que también abarca a la
tesis como producción escrita.
La escritura de la tesis materializa el fin del “buceo” en la lectura. Es la concreción, de modo académico, de una idea que contiene una muy buena parte del conocimiento agenciado por el autor, al que se agrega un propósito. Se está ante la necesidad de ordenar ideas, información ya adquirida y procesada que ahora requiere conformar una selección semántica rigurosa. Se llega a dicho momento de modo secuenciado; es la producción final de un trabajo tutorado, que cristaliza el diálogo entre tesista y tutor.
Quien escribe su tesis se dispone a la elaboración de lo que para Narvaja de Arnoux, di Stéfano y Pereira (2002:37)  es un texto complejo.
Texto que reúne un conjunto de escritos que: «Poseen una dimensión enunciativa (...) en función de la situación comunicativa para la que fueron previstos, presentan un modo particular de construcción del enunciador, del referente y del enunciatario» (idem).
Al momento de la escritura de este texto académico, el autor está en vísperas de concretar un trabajo que ha tenido marchas, contramarchas,
desalientos, relecturas, reescrituras, y ahora ya está próximo a definir un producto original. En general, su contenido pone elementos para la discusión; se ha buscado un “hueco”, un punto de vista acerca de un tema y llega el momento de exponerlo de modo escrito.
Quien redacta su tesis se desafía, porque está ante la necesidad de divulgar conocimiento de modo escrito, y en general no es un especialista en el arte de escribir.

Publicado en Revista 140

En este artículo, la autora intenta compartir algunas reflexiones acerca de una indagación sobre concepciones de Geografía y su enseñanza. Para ello recoge testimonios sobre los recuerdos más significativos de las experiencias de aprendizaje en clases de Geografía, en un grupo de estudiantes de primer año de Magisterio del Instituto Normal de Montevideo en el año 2015.
Los testimonios que releva constituyen solo una pequeña muestra del total de los estudiantes magisteriales como para establecer generalizaciones, pero los considero valiosos en cuanto reflejan algunas maneras de enseñar Geografía, provenientes de una diversidad de planes de estudio, contextos socioeducativos, intereses y docentes.
Cabe destacar que el grupo estaba constituido por treinta y un estudiantes, de los cuales veintiocho ingresaron a la carrera de Magisterio
habiendo terminado la Educación Media en los últimos cinco años. Esto posibilita distinguir un tránsito corto de tiempo en su formación y
construcción de conocimientos en relación a esta asignatura.

Afrontar la enseñanza en el nivel educativo terciario impone nuevos desafíos y muchas interrogantes. Además, tal cual está planteada actualmente esta formación, se asiste a impartir enseñanzas de Geografía a estudiantes que recién en dos años (si siguen la carrera con regularidad) se van a enfrentar a situaciones prácticas en las que se involucran temáticas del programa escolar de Geografía.

En las instancias de pensar sus propias prácticas recibirán las orientaciones de las maestras adscriptoras y de la directora de la escuela, que
es la profesora de didáctica de todas las asignaturas escolares. También cuentan con un taller de apoyo a la práctica de treinta horas anuales,
que generalmente lo imparten docentes de Geografía. 
Dados estos escenarios, se permite algunas reflexiones que apuntan a cómo recorrer con sus estudiantes magisteriales esta etapa, ¿es suficiente presentarles un programa y sugerirles una bibliografía a estudiar, sin indagar sus concepciones sobre la Geografía?, ¿esas concepciones se espera que surjan en forma espontánea o promuevo su aparición al tiempo que abordo un conocimiento geográfico determinado?, ¿cómo un estudiante terciario se enfrenta a la lectura de un texto académico?, ¿qué tipo de intervención realizo para contribuir
a la comprensión de un texto disciplinar?, ¿cómo producen un texto escrito con especificidad en la disciplina?, ¿qué tipos de desafíos les presento para problematizar la realidad social?, ¿cómo despertar la curiosidad científica y al mismo tiempo empezar a posicionarlos en el rol docente?, ¿enseño Geografía, a enseñar Geografía, o ambas?

 

Publicado en Revista 137

¿Por qué considerar el informe como texto académico?
Antes de dar una respuesta a esta interrogante debemos aclarar qué consideramos texto académico. El estatus de académico requiere de un lector y de un emisor, que mantienen y comparten una serie de normas determinadas por organismos o instituciones, dado que este tipo de
textos tiene por finalidad generar o divulgar conocimiento científico. La producción es de corte intelectual y requiere de niveles de abstracción
para su entendimiento.
Los textos académicos ponen en juego una relación entre aprender y enseñar. Su consulta se realiza por parte de un sujeto que necesita
aprender, y el que enseña es el productor del texto.
La producción de textos académicos puede ser realizada por estudiantes, docentes, investigadores.
Estos conocen a quién va dirigido, las normativas y niveles de profundidad que requiere su elaboración. Este último aspecto está determinado por la diversidad de fuentes –primarias, secundarias– consultadas sobre la temática a informar.
El informe es un texto académico porque para su elaboración requiere de ciertos parámetros predeterminados y, a su vez, tiene por objeto esclarecer, ampliar y comunicar conocimiento formalmente. Así, los informes pueden ser textos orales, escritos o audiovisuales. 

En este artículo haremos referencia a informes escritos, también denominados de “prosa científica”, siguiendo a Cassany (2007). Particularmente se seleccionan aspectos generales, ya que son muy variados los tipos de informes que se elaboran con finalidad académica.

Publicado en Revista 136