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Viernes, 15 Julio 2022 15:44

Mi escuela. Veinte años de historia

Conocer nuestra escuela, cada espacio, su gente, sus diferentes roles, los elementos y objetos que podemos encontrar en ella, fue un trabajo muy interesante en un grupo de Nivel Cinco años de una escuela de la ciudad.
Se inició a partir de las actividades realizadas por el 5 de junio, Día Mundial del Medio Ambiente. La propuesta consistía en jugar a que éramos detectives y teníamos que investigar, observar, escuchar y preguntar pero, sobre todo, vivenciar y disfrutar. La idea fue apoyarnos en actividades que permitieran preguntarse sobre el entorno que los rodea, “vivir” el medio para modificar las percepciones que se tienen y, de esta manera, favorecer la participación creadora en la elaboración de su imagen. Fueron actividades vinculadas a la sensibilización, por lo que se tomó el ambiente escolar como tema principal en el vigésimo aniversario de la escuela.

Publicado en Revista 152

Nuestra Federación transitó además por la mayor instancia democrática a la que nos enfrentamos cada dos años: las elecciones de la Secretaría General y los integrantes del Secretariado Ejecutivo.
Es de destacar el compromiso, la transparencia y la militancia con que se llevaron a cabo en todas las filiales del país. Eso da cuenta del respaldo dado a la conducción del Sindicato, así como la apuesta permanente a la construcción democrática y unitaria de nuestra Federación.
Nuestro compromiso es seguir apostando por una mejor Escuela Pública, por una mejor educación para niñas y niños uruguayos, por que cada día sigamos creciendo. 
Luego de un merecido descanso, nos reencontraremos el próximo año. ¡Salud!

Publicado en Revista 152

Pensar en la evaluación como una actividad que impulsa el aprendizaje y favorece que este sea de mayor calidad, convengamos, no es un pensamiento demasiado común ni demasiado socializado en el ámbito de la enseñanza de las Ciencias Sociales. Fundamentalmente porque aún no está del todo arraigada la idea de la evaluación como «motor del aprendizaje» (Sanmartí, 2015:16), y sí sigue muy instalada la idea de que evaluar es, solamente, poner una nota a un estudiante, o hacer un juicio de valor con relación a sus desempeños.

En el imaginario colectivo, la evaluación es percibida como una herramienta que los docentes utilizan para marcar errores y aciertos de sus alumnos. 
Noción en la cual, a su vez, subyace la idea de que siempre es el docente quien ha de detectar esos éxitos y errores en los sujetos que aprenden y, además, quien propone lo que se deberá hacer para mejorar. Esto, por supuesto, nos distancia de la idea de pensar y proponer actividades de evaluación integradas totalmente en el proceso de aprendizaje de los estudiantes. Muchas veces, ese mismo imaginario colectivo refiere a los malos
resultados de los alumnos en la adquisición de sus aprendizajes, conectándolos a causas externas al proceso de enseñanza aplicado. De este modo se evade la responsabilidad de una reflexión urgente y necesaria sobre esas prácticas de aula, y sobre la necesidad de repensarlas en relación con la complejidad y variedad de los aprendizajes de los estudiantes. Se agrega que a esa marcada heterogeneidad entre los que aprenden, debería corresponderse una marcada homogeneidad de los que enseñan. Es decir, la búsqueda de criterios comunes de los enseñantes, y de todos aquellos que se dispongan a considerar la evaluación como una condición necesaria para mejorar la enseñanza.

Es muy común que al momento de evaluar a los alumnos se piense en una “prueba” idéntica para todos, y se olvide que los grupos de alumnos en un grado están formados por niños con distintos intereses, capacidades, historias personales, saberes previos, aptitudes y estilos de aprendizaje; diferencias estas que deben ser consideradas a la hora de evaluar. No se enseña a grupos homogéneos ni para la homogeneidad. Los grupos de clase siempre son heterogéneos, y es imprescindible contemplar y respetar esa diversidad. La autora Jussara Hoffmann (2010) sostiene que «una evaluación justa respeta la diversidad» (apud Silber, 2015). Sabemos de los esfuerzos de los docentes por propiciar una evaluación que tome en cuenta esas diferencias en los aprendizajes de los estudiantes. Que el discurso colectivo de los docentes pregona y acuerda con llevar a la práctica una evaluación formativa y formadora. Que con mucho ahínco se sostiene una “frase hecha”, repetida casi por inercia: la evaluación debe ser formativa (es decir, acompañar los procesos de formación de los alumnos para tomar decisiones de ajuste y mejora en la propuesta pedagógica). Pero lo cierto es que muy poco se sabe de cómo planificar la evaluación formativa, si se pretende que esté orientada a identificar los cambios que hay que introducir en el proceso de enseñanza para ayudar a los alumnos en su propio proceso de construcción de lo que aprenden.

Esto es lo que Sanmartí (2015:20) identifica como la finalidad de carácter pedagógico o regulador de la evaluación. Así es que ciertas concepciones de lo que la evaluación comprende como componente determinante en los procesos de enseñanza y de aprendizaje, traen aparejados algunos implícitos que deberían ser analizados con mucho rigor como, por ejemplo, el acuerdo preexistente de concebir que la evaluación cumple un papel destacado en la escena educativa y el desacuerdo sobre las formas en que debe ser pensada dentro de los procesos educativos (considerando que
es el componente de los sistemas educativos menos permeable a los cambios).
Creemos que el desafío está, pues, en superar la utilización de la evaluación como instrumento para medir, comparar, clasificar y jerarquizar, y utilizarlo prioritariamente para comprender, mejorar, dialogar, motivar y potenciar la calidad del aprendizaje. Transitar por este cambio en la concepción de lo que representa la evaluación en los sistemas de enseñanza debería, al decir de Santos Guerra (2017:9), poner a la escuela de hoy
en el lugar de una institución contrahegemónica. Que rompa con la hegemonía de pensamiento que priorizan los discursos actuales de las políticas educativas, las familias y la sociedad, y que adosan a la evaluación presupuestos tales como «el individualismo, la competitividad, la obsesión por la eficacia, el relativismo, hipertrofia de la imagen...».

Publicado en Revista 151
Miércoles, 13 Julio 2022 15:49

Enseñar a todos... evaluar a todos

Una escuela inclusiva es aquella que tiene como finalidad favorecer el éxito educativo de todos y cada uno de los estudiantes, es una escuela para todos y para cada uno. Es también una escuela que requiere de los docentes una constante reflexión sobre la propia práctica (organización, metodología, evaluación, elaboración y uso de los recursos, etc.), con el fin de mejorarla y dar así respuesta a las necesidades cambiantes de los grupos en general y de cada estudiante en particular.
En este modelo se pretende dar respuesta a las necesidades educativas de todo el alumnado, más allá de sus orígenes, culturas, situaciones, historias
personales, para hacerlos participantes activos de todas las actividades que se plantean en el contexto de la escuela.
Este planteamiento trae aparejada la necesidad de diseñar y desarrollar un currículo que se adapte desde el principio (“a priori”) a las características y
necesidades de los estudiantes, y también de potenciar propuestas de trabajo personalizadas. Se trata de identificar, desde el inicio, todas las posibles
barreras que le dificulten a cada uno el acceso al aprendizaje y a la participación, barreras que en definitiva impiden la obtención de logros y avances en el proceso educativo.

Avanzar hacia entornos educativos inclusivos requiere, entonces, realizar cambios que impacten en la organización y en la gestión de los centros,
cambios organizativos y metodológicos, cambios en el enfoque curricular y, por último, cambios en la evaluación.
El modelo de la diversidad, desarrollado por Rebeca Anijovich desde la perspectiva de “aulas heterogéneas”, implica la consideración de múltiples dimensiones para avanzar hacia el cambio.

 

Publicado en Revista 151

El programa vigente, presenta un concepto de género.  La presencia de esta categoría –que irrumpe a finales del siglo XX como una más para el análisis, sobre todo desde el campo de las Ciencias Sociales– es novedosa respecto a los programas anteriores. Es un pasaje que se inscribe dentro de lo “políticamente correcto” o “lo justo” a la hora de introducir variables y pensar/nos como sujetos en pleno siglo XXI. En ese sentido, desde sus distintas fundamentaciones, nuestro programa habilita el pensamiento conceptual como sustento de muchos de sus ejes y contenidos. No es este un intento
de análisis sobre cómo debe abordarse este tema en las aulas. Es la intención de poner arriba de la mesa un tema que creemos es previo, la feminización del magisterio y sus motivos. Y el programa se presenta como la excusa perfecta.

La idea del presente ensayo es nombrar/nos a quienes dedicamos un mínimo de veinte horas semanales al aula, a la tiza y al pizarrón. Con unos perfiles y unos estereotipos que pueden dibujarse en el imaginario colectivo, con unas historias y unas elecciones que hicieron que miles de mujeres confluyéramos en el trabajo diario en las escuelas. Y si bien el personal auxiliar también está ampliamente feminizado, nos detendremos en las
maestras e intentaremos desarrollar algunas ideas de lo que implica (siglos XIX y XX como antecedentes que imprimen una fuerte impronta) el poblamiento de mano de obra femenina en una de las instituciones más universales y disciplinarias del proyecto moderno.
Claramente, no es azaroso el encuentro de miles en la elección de una profesión que parecería estar fuertemente marcada por nuestro género. Y ese es nuestro punto de partida.
Asumimos que hay riesgos y potencialidades en juego a la hora de elegir desarrollar este tema, y cabe aclarar que no pretende en absoluto ser un manifiesto de corte corporativo. Está escrito desde el compromiso de hacer visibles rasgos de identidad despojados de conservadurismo, y creemos tiene la riqueza de pensar sobre un hecho dado, pero de análisis ausente en nuestras trayectorias docentes.
Nos disponemos entonces a pensar con perspectiva de género desde nuestra profesión y sus aristas: su historia, sus modelos, la mujer como protagonista principal de la labor docente con la infancia en los últimos dos siglos y el devenir de esa historia ya entrado el siglo XXI.

Publicado en Revista 150

El artículo que hoy nos convoca tiene como finalidad compartir una experiencia que surgió desde las posibilidades de combinar distintos actores y diferentes saberes disciplinares en un mismo marco pedagógico. Nos parece pertinente intentar compartirla en la medida en que, tanto a los niños y las niñas como a los docentes, nos permitió experimentar, crear nuevas maneras de entendernos, de pensarnos como escuela, como colectividad, como sujetos.
La experiencia se está desarrollando desde el año 2017 en una escuela de tiempo completo, ubicada en la Ciudad Vieja, con el 15% de su matrícula integrada por niños y niñas migrantes de otras partes del mundo (no habíamos reparado en aquellos que migran desde otras partes de nuestro país).
Como uno de los aspectos conflictivos expuestos en la memoria didáctica de años anteriores de la escuela, se señalaba “la existencia de gran población migrante”.
Esta afirmación fue un desafío para una dirección nueva en la tarea y en el lugar. Entonces comenzamos a buscar posibles estrategias para abordar la situación, que era vivida como “efecto distorsionador”. Nos preocupaba que la realidad de tener un alto porcentaje de niños y niñas migrantes fuera experimentada como un problema, al igual que el hecho de que la estigmatización cayera sobre los niños y sus familias. Así es que nos propusimos trabajar sobre el imaginario institucional.

«El imaginario matiza, tiñe y altera la relación que cada sujeto tiene con la institución, con los otros y con el trabajo específico. Los desplazamientos
de sentido que resultan de la actividad imaginaria operan, a veces, sosteniendo y favoreciendo la tarea. En otras oportunidades pueden constituirse en obstáculos para el desarrollo de las actividades.» (Frigerio, Poggi y Tiramonti, 1994:37)
Con el equipo de trabajo, durante los primeros días de clase, comenzamos a indagar ideas, sensaciones, historias de vidas (las de los docentes y las de los alumnos). Así empezamos a armar nuestro proyecto institucional, que se fue modificando, enriqueciendo y ampliando con el aporte de todos.
Surgieron los primeros colaboradores estratégicos, el Museo de las Migraciones, los aportes de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación con la presencia del antropólogo Leandro Piñeyro, el SOCAT Vida y Educación con la posibilidad del trabajo en redes.
Por otro lado, también estaban las ganas que tenía todo el equipo de trabajar en un proyecto desafiante que nos interpelara como profesionales, como ciudadanos del mundo y como seres humanos.

Publicado en Revista 150
  • Florit, H.:  Quehacer Educativo: 150 números haciendo historia. Primer redactor responsable de QUEHACER EDUCATIVO (Segunda época).
  • Capurro, T.: «...somos lo que hacemos para cambiar lo que somos»  Segunda redactora responsable de QUEHACER EDUCATIVO (Segunda época).
  • Xavier de Mello, M. A.; Rey, T.: Quehacer Educativo: Revista, Fondo Editorial y Centro de Formación Permanente. Editora y Codirectora.
  • Albisu, L.: Equipo de Referentes.
  • Rodrìguez Rava, B.: Equipo de Investigación en Enseñanza de la Matemática.
  • Dibarboure, M.; Gesuele, C.; Ithurralde, S.: Equipo de Investigación en Enseñanza de las Ciencias Naturales.
  • Figueredo, M. R.: Grupo de Reflexión sobre las prácticas de enseñanza.
  • Di Biase, A.; Valverde, P.: Grupo de maestros adscriptores.
Publicado en Revista 150

Escribir para el número 150 de nuestra revista QUEHACER EDUCATIVO me hace pensar acerca del significado que representa para el magisterio uruguayo que, a lo largo de casi treinta años, nuestro sindicato haya podido construir y sostener tanto conocimiento a través de la reflexión del quehacer en el aula, y generosamente compartirlo.
Lo primordial de esta fecha es la conmemoración de la profesionalización docente, y el compromiso incondicional de miles de maestros de todo el país.
La posibilidad de contar con un espacio académico, donde los docentes uruguayos puedan sistematizar sus investigaciones educativas para generar mejores prácticas en sus aulas, es realmente un orgullo para el magisterio nacional.

Miles de trabajos se han publicado en todos estos números, mostrando que se puede generar nuestra propia pedagogía, y que se pueden compartir, con el resto de los docentes, experiencias que desencadenan intercambios de ida y vuelta a través del ensayo y del error; esto es aprendizaje colaborativo digno de celebrar.
Nuestra revista ha tomado nuevos desafíos: a partir de las necesidades de los maestros de hoy, se han elaborado charlas de apoyo a concursantes, materiales específicos para cada área disciplinar, libros fruto de los equipos permanentes de investigación.
Seguramente, hace mucho tiempo, hubo algunas dudas cuando se resolvió poner en marcha un proyecto sindical que apostaba no solamente a las reivindicaciones salariales; pero hoy, tantos años después, la historia nos muestra que estábamos muy acertados, y que continuar por este camino es lo más apropiado.

Desde mi lugar quiero agradecer a cada uno de los maestros y trabajadores, que hacen posible que nuestra querida revista siga siendo la voz del magisterio nacional.
Por nuevos desafíos que nos esperan, hoy celebramos juntos, ¡salud!


Mtra. Elbia Pereira
Secretaria General de FUM-TEP

Publicado en Revista 150

Es frecuente que en la escuela se lleven al aula temas clásicos surgidos del contexto social: Juegos Olímpicos, Día del Libro, Día Mundial del Medio
Ambiente, Semana Criolla, etcétera. Es pertinente abordar asuntos que estén en la agenda de los niños como, en este caso, el Mundial de fútbol, porque atienden sus intereses y permiten darles un sentido diferente del conocimiento cotidiano.
La presente unidad didáctica se organiza a partir de las miradas de algunas de las asignaturas que conforman el Área del Conocimiento Social (Geografía, Historia y Construcción de Ciudadanía), y tiene el propósito de trascender un abordaje meramente descriptivo de este asunto y alcanzar un tratamiento problematizador, explicativo y comprensivo.
En esta unidad se pretende desarrollar el pensamiento conceptual a través de los conceptos de enclave y diversidad cultural. Se incorpora el
tratamiento de las habilidades cognitivo-lingüísticas: descripción, comparación y explicación, para potenciar la capacidad de gestionar fuentes de
información específica de este campo curricular.
También se propone reconocer tanto los actores sociales que intervienen en el proceso social como las acciones y motivaciones de cada uno
de ellos.

Publicado en Revista 149
Viernes, 09 Julio 2021 15:40

Su nombre y los nombres de los otros

¿Qué es trabajar con el nombre propio en el Primer Nivel y en Nivel Inicial?

► ¿Para qué es importante?
► ¿Qué intervenciones docentes son importantes?
► ¿Por qué?
► ¿Cuál es la fundamentación teórica para realizar determinadas acciones y para no realizar otras?

¿Por qué el nombre propio?

A lo largo de la historia y en todas las culturas (ágrafas o no), el nombre tiene un estatus especial, permite a una sociedad designar a cada uno de sus miembros como un individuo singular y, a su vez, a través del nombre, los individuos forman parte de una estructura específica (Christin, 2001 cf. Grunfeld, 2004a).
Existen estudios de antropólogos y lingüistas que parecen revelar que la necesidad de escribir nombres ha sido el principal motor para la fonetización
de la escritura.

La lectura y la escritura del nombre propio constituyen una actividad habitual en los jardines y en los primeros grados de las escuelas de nuestro país.
Ferreiro (cf. Ferreiro et al., 1979) señala que es una escritura singular con una fuerte carga emocional respecto a otras escrituras más neutras, dado que el nombre es parte de nuestra identidad. El nombre propio se constituye en una valiosa fuente de información para el niño.

Publicado en Revista 149